jueves, noviembre 15, 2007

Excavaciones arqueológicas en Zapotlán de Juárez.

En febrero del presente año fueron denunciados ante el INAH el hallazgo de restos oseos y fragmentos de cerámica arqueológica durante los trabajos de urbanización de un fraccionamiento en tierras ejidales de la comunidad de Zapotlán de Juárez, a pocos kilómetros al sur de la ciudad de Pachuca, Hidalgo. Las obras fueron suspendidas por el departamento de asuntos jurídicos del centro INAH Hidalgo y se inició el procedimiento administrativo correspondiente que derivó en trabajos de rescate arqueológico en el lugar los cuales comenzaron en el mes de agosto y que se prolongaron por espacio de cinco semanas.
En las excavaciones participamos los arqueólogos Cesar Vázquez Vázquez y Alfonso Torres Rodríguez y en específico se exploraron 3 unidades de excavación en puntos donde la apertura de las calles del fraccionamiento habían dañado la estratigrafía cultural presente en el predio.
La unidad de excavación número uno (U.E. 1) se localizó en la sección sudoriente del predio La Palma. El área fué seleccionada debido a que durante el estudio de superficie se localizó en el lugar una abundante presencia de materiales arqueológicos cerámicos y líticos del periodo Clásico (350-3350 d.C.) así como en menor medida del Postclásico Tardío (1350-1519 d.C.).
Las exploraciones en la U.E. 1 abarcaron un total de 57 m2 los cuales fueron cubiertas durante tres semanas de excavaciones. Se localizaron alineamientos de piedra, superficies de ocupación y depósitos con abundantes items de cultura material en contexto secundario, que formaron aparentemente parte del espacio de una unidad doméstica del periodo Clásico (350-550 d.C.) adscrita a la cultura teotihuacana. Entre los items de cultura material recuperados en las excavaciones de la U.E. 1 se encuentran fragmentos de figurillas, puntas de proyectil, navajillas y vasijas con las formas características de las fases tempranas de la cronología teotihuacana, así como en menor cantidad materiales cerámicos de Postclásico Tardío (1350-1519 d.C.) en las capas mas superficiales.
Las exploraciones en la U.E. 1 permitieron localizar una pequeña plataforma prehispánica de tipo habitacional elaborada mediante grandes bloques de tepetate trabajado. A los elementos arquitectónicos de la plataforma localizada se le aplicó una mezcla consolidante formada por arcillas locales y una solución de agua con baba de nopal al 10 %, para su conservación.
La segunda unidad de excavación (U.E. 2) se localizó en el sector central del predio. En esa área se decidió excavar pues durante el recorrido preliminar de superficie se localizó una gran cantidad de materiales arqueológicos cerámicos y líticos del periodo Postclásico Tardío (1350-1519 d.C.) asociados a un depósito mas profundo, a tierra con ceniza y a una mayor pedregosidad en la superficie del terreno, así como por la exposición de la estratigrafía arqueológica debido a los trabajos de remoción de suelo con maquiinaria pesada para el trazado de las calles del fraccionamiento.
Los trabajos en la U.E. 2 se prolongaron por mas de dos semanas y abarcaron un total de 34 metros cuadrados de superficie. En esta unidad se localizó una estructura habitacional del postclásico tardío compuesta de al menos por 3 cuartos o espacios cerrados elaborados con piedra careada de origen volcánico y cementante de tierra arcillosa y lodo. Como parte de los eventos deposicionales relacionados con la clausura de uno de los los cuartos se localizó un contexto de ofrenda de al menos 3 vasijas completas, así como se localizó en el relleno constructivo de la misma habitación un bezote elaborado en obsidiana verde, así como algunos
malacates y navajillas de obsidiana, junto con una gran cantidad de fragmentos de vasijas cerámicas y artefactos líticos como parte de los rellenos de esa estructura.
Al igual que la estructura excavada en la unidad de excavación 1, la estructura de esta unidad fué también tratada con un baño mediante aspersor de un suero aglutinante elaborado a base de agua y baba de nopal al 10 %. También se cubrieron los muros de la estructura con una tela mosquitera con el fín de dejar un registro y para que el cubrimiento diera lugar a la respiración del material constructivo consolidado. De esta manera evitamos el deterioro de los elementos de la estructura arquitectónica por haber sido expuestos por el proceso de excavación a las inclemencias de la intemperie y consolidar así los materiales constructivos con que se realizaron.
La tercera unidad de excavación (U.E. 3) se ubicó en el sector norponiente del predio. En esa área se decidió explorar ya que durante el recorrido preliminar de superficie se localizó en el lugar una gran cantidad de materiales arqueológicos cerámicos y líticos del periodo Postclásico
Tardío (1350-1519 d.C.) así como material cerámico del periodo histórico posiblemente de los siglos XVI y XVII Fue así que se decidió realizar una retícula de excavación de 48 metros cuadrados, de los cuales solo se excavaron de manera completa 20 metros hasta la roca madre. El material recuperado en las excavaciones de la U.E. 3 en su mayor parte parece corresponder al periodo colonial y en menor medida al periodo Postclásico Tardío, y parecen consistir en los desechos materiales de una unidad doméstica cercana no explorada durante las excavaciones.
Conclusiones
En conclusión, las excavaciones de rescate arqueológico realizadas por el personal de este centro de trabajo en el predio Ejido La Palma, ubicado en el municipio de Zapotlán de Juárez, Hidalgo, demostraron que el lugar presenta una historia de ocupación prehispánica remonta al menos a hace dos mil años de antiguedad. En específico se logró recuperar información de restos de unidades domésticas de los periodos Clásico Temprano (250-550 d.C.), Postclásico Tardío (1350-1519 d.C.) así como algunos mamteriales del periodo Novohispano (s. XVI-XVIII). En específico se excavó un total de 111 metros cuadrados de superficie mediante tres unidades de exploración, lográndose excavar y consolidar dos estructuras domésticas, la primera una plataforma del periodo clásico adscrita a la cultura teotihuacana y otra segunda estructura con tres cuartos o espacios cerrados y al menos dos etapas constructivas del periodo Postclásico Tardío y adscrita a la cultura arqueológica Azteca III-IV. También se excavó parte de un depósito secundario con material histórico posiblemente novohispano asociado a las actividades de una unidad doméstica cercana no localizada durante las exploraciones.
De acuerdo con los resultados preliminares de las investigaciones arqueológicas recientes podemos señalar que el territorio donde se ubica el actual municipio de Zapotlán de Juárez, y en específico en las tierras del ejido La Palma, fue escenario de una historia de ocupación al menos desde hace dos milenios, dejando esta historia en el paisaje restos de monumentos arqueológicos varios de temporalidades tanto prehispánicas como históricas. Aún falta la fase de análisis de los materiales arqueológicos recuperados, misma que se está realizando en los laboratorios del centro INAH en Hidalgo.
Los exploraciones arqueológicas en el ejido La Palma fueron realizadas gracias al apoyo de los ejidatarios de la comunidad, quienes siempre estuvieron de manera responsable atentos a la necesidad de protección de los monumentos arqueológicos afectados durante el proceso de construcción del fraccionamiento.
Desgraciadamente otros vestigios arqueológicos cercanos del mismo municipio se han perdido debido al temor de la gente de avisar al INAH acerca de los hallazgos, pues se tiene la idea equivocada de que el INAH afecta la propiedad de los terrenos donde se ubican piezas o monumentos arqueológicas. Si esto fuera cierto entonces el instituto seria el gran terrateniente de Mexico. Ya tendremos oportunidad de comentar mas al respecto. Lo cierto es que los restos arqueologicos excavados en el fraccionamiento La Palma no se encuentran aislados, hay mas vestigios arquitectónicos prehispánicos que sobreviven en los parajes cercanos de la población. Lo mismo podemos decir del resto de los municipios en el estado de Hidalgo, tanto en los valles como en la sierra y huasteca. Esperemos que la sensibilidad de la gente, de sus autoridades locales y el aviso oportuno a las oficinas de la delegación estatal del INAH, permita a los arqueólogos en conjunto con las comunidades y población en general el rescatar científicamente parte de la riqueza prehispánica que subyace en los suelos de Hidalgo.

domingo, septiembre 16, 2007

La arqueología de protección patrimonial en el estado de Hidalgo


Los trabajos de salvamento y protección del patrimonio arqueológico en el estado de Hidalgo hunden sus raíces por lo menos desde la época en que se intervino la pirámide del Tecolote en Xihuingo, así como en los trabajos de recuperación de vasijas toltecas por parte de Manuel Arellano Zavaleta durante la construcción de una pequeña presa en Acayucan. Los trabajos de rescate estuvieron también presentes en el arranque del Proyecto Tula de 1968, pero no es sino a partir de 1977, cuando se crea el Centro Regional del INAH en el estado de Hidalgo, en que se consolida a nivel local el compromiso de instituto con lo que marca la ley federal y se generan las bases para las intervenciones regulares por parte de los arqueólogos adscritos al INAH en el estado para recuperar información de depósitos arqueológicos en peligro de afectación o incluso desaparición por el desarrollo de la obra pública de vialidades y equipamiento urbano de nuestras ciudades.
Es así por ejemplo, que el arqueólogo Rafael Abascal a fines de los setentas recuperó información fundamental de la presencia de depósitos con material prehispánicos durante las obras de construcción del estacionamiento bajo el reloj monumental de Pachuca. Mas tarde, a principios de los años ochenta, y con motivo del trazo de la vía férrea del tren México-Querétaro y de la construcción de obras de infraestructura turística en el sitio, da a luz el Proyecto de Salvamento y Rescate en el área de Tula o Proyecto Tula 1980, coordinado por el arqueólogo Rafael Abascal, director en esos años del CRH. Al parecer fue un proyecto muy controvertido en su momento, sin embargo, al igual que en los salvamentos realizados a fines de los sesentas, las excavaciones dieron su fruto académico pues se han publicado un estudio comparativo de las unidades habitacionales excavadas en el sitio, así como otro acerca de las prácticas funerarias presentes en los entierros recuperados, sin embargo aun faltan de publicar varios de los trabajos realizados en el marco de ese proyecto. En ese contexto también se realizaron las exploraciones del sector conocido como Zapata II que fue también un rescate realizado por el arqueólogo Carlos Hernández Reyes.
Desde esos años hasta la fecha, diferentes rescates y salvamentos han sido realizados en diversas partes del estado, mismos que no han dejado de brindar información arqueológica sobre la diversidad e historia cultural del mismo. Ejemplos de éstos son los trabajos realizados por el arqueólogo Ricardo Martínez en el Cerro del Elefante, el cual tiene restos arqueológicos de tipo monumental del periodo Postclásico en su cima y donde se localizó una escultura monumental de la época. Destacan también los trabajos de rescate arqueológico realizados a fines de los ochenta e inicios de los noventa en el municipio de Ajacuba, por el equipo de los arqueólogos Susana Gómez y Enrique Fernández en ese entonces adscritos al centro INAH Hidalgo.
Otro trabajo importante en el rubro de protección al patrimonio arqueológico fue el rescate de los restos de una tumba con materiales zapotecos realizado por el arqueólogo Carlos Hernández Reyes en el sitio de El Tesoro, en las cercanías a Tepeji del Río. En la misma área de Tepeji del Río, en el paraje de El Potrerito, el mismo investigador realizó el rescate de un entierro humano cuya ofrenda tenía cerámicas tipo Ticomán III y figurillas que indican probables relaciones con las culturas Chupícuaro ubicadas en El Bajío. En relación a la posible presencia de elementos de la cultura Chupícuaro en el estado, el rescate realizado en la Colonia Tepeyac en Tulancingo de un enterramiento humano con una atractiva ofrenda funeraria, indica muy probablemente la presencia de relaciones culturales en el Formativo Tardío con las sociedades del Occidente de Mesoamérica.
En la porción sudponiente de la entidad también se han realizado diversos rescates arqueológicos que documentan la presencia de elementos de la cultura teotihuacana en Hidalgo. Así parecen ejemplificarlo, por ejemplo, el rescate que realizaran arqueólogos del Centro Regional a fines de los ochentas de entierros del periodo Clásico recuperados bajo las calles de San José Atlán, una comunidad cercana a Huichapan, en el sector norponiente del Valle del Mezquital, probablemente relacionado con el proceso que llevó a la introducción de los rasgos culturales de la sociedad teotihuacana hacia las tierras del sur de Querétaro y Guanajuato durante el periodo Clásico.
En la misma región de estudio, el crecimiento urbano de la comunidad actual de Chapantongo comienza a poner en peligro los depósitos prehispánicos del Epiclásico ubicados en su cercanías. Por ello el “Proyecto Distrito Alfarero del Valle del Mezquital”, coordinado por la arqueóloga Patricia Fournier García, ha llevado a cabo un programa de salvamentos y rescates arqueológicos que incluyen la elaboración de excavaciones arqueológicas extensivas e intensivas desde 1996. Gracias a este programa de excavaciones de rescate y salvamento, hasta este momento se han excavado cerca de 18 estructuras en tres de los sectores cívico ceremoniales del asentamiento prehispánico logrando exponer la secuencia arquitectónica y deposicional en varias de estas estructuras.
No sólo en la zona del Altiplano se han realizado exploraciones arqueológicas de salvamento. También se han realizado rescates arqueológicos en la huasteca hidalguense, como la excavación de una tumba en el barrio de Huey Taxco por el arqueólogo Carlos Hernández y las exploraciones de la arqueóloga Enriqueta Manzo Olguín en el sitio arqueológico de Patatlata.
En el sudponiente de la Sierra Madre hidalguense, en el límite con el entronque con las tierras del Atiplano, se hicieron recorridos y excavaciones arqueológicas por parte de la arqueóloga Maria Antonieta Moguel Cos de la DSA-INAH con motivo de la construcción de la presa Zimapán a inicios de la década de los noventa.
Otros trabajos de investigación por afectación de obras serían los realizados por el equipo de la arqueóloga Angélica Oviedo de la Dirección de Salvamento Arqueológico en la zona de Tulancingo y Acaxochitlán, municipio este último donde localizarían vestigios de ocupación teotihuacana, así como hay que señalar las investigaciones de los arqueólogos Rubén Manzanilla y Adan pacheco realizadas en la región de Pachuca-Tizayuca con motivo de las obras de introducción de fibra óptica.
Entre otros trabajos en la entidad en la década de los noventa destacan los realizados por motivo de la ampliación de las obras de la carretera Tula-Tlahuelilpan que permitieron la excavación de dos estructuras habitacionales ubicadas en el barrio de alfareros de la antigua Tollan investigación que llevó a cabo el arqueólogo Carlos Hernández, así como las excavaciones arqueológicas de un barrio de trabajadores de concha realizadas con motivo de la construcción del hotel Sharon. Destacan también los trabajos de rescate arqueológico dirigidos por Osvaldo Sterpone del centro INAH Hidalgo a mediados de la década pasada en el sitio de Los Olmos, ubicado en la comunidad de Tizayuca. En este sitio se excavaron los restos de una capilla cristiana y un atrio del siglo XVI, así como una numerosa cantidad de entierros asociados. El análisis de los restos oseos, en especial de las deformaciones en el primer metatarsiano, y la abundancia de malacates arqueológicos en el sitio evidenciaron la presencia de la actividad textil entre la población población femenina de la época.
En esa misma década se realizaron por parte de los arqueólogo Ricardo Martínez y Carlos Hernández Reyes los trabajos de rescate de un montículo arqueológico en Tzazacuala, en la zona conocida como Tierras Largas, en el municipio de Santiago Tulantepec, donde se recuperó durante la excavación de una estructura habitacional del epiclásico los restos de un brasero ceremonial con un elaborado diseño modelado del dios venusino devorado por el jaguar nocturno.
Ya a inicios de este milenio se llevaron a cabo las excavaciones de rescate en el sitio La Lagunilla, ubicado en el municipio de Epazoyucan, por miembros del “Proyecto Geografía Histórica” de Osvaldo Sterpone, descubriendo parte de un conjunto residencial teotihuacano de más de 50 cuartos y 3 hectáreas de extensión y recuperando valiosa información sobre los procesos de trabajo de la obsidiana y el papel jugado por las comunidades en la explotación y distribución de la misma.
A mediados de esta primera década del milenio se realizó por parte de quien esto escribe un rescate de entierro múltiple en la comunidad de Pañhé en el municipio de Tecozautla, una de cuyas características a destacar es que los dos adultos presentaban huellas de haber sido flechados. También a cargo de un servidor se realizo a mediados de la década un recorrido arqueológico en la zona de Huichapan-Tecozautla con motivo de la construcción de una línea de transmisión eléctrica entre ambas poblaciones, localizándose varios sitios nuevos, redefiniendo la ubicación de otros, desviando la línea para la protección del sitio arqueológico de Pañhú y realizando los rescates arqueológicos correspondientes.
En la actualidad se siguen realizando de manera continua trabajos de rescate y salvamento arqueológico en la entidad. Destacan en este momento las exploraciones en el distribuidor vial en la ciudad de Tula, así como la ejecución de numerosos rescates en el área B de la zona arqueológica de Tula, trabajos coordinados por el arqueólogo Luis Manuel Gamboa Cabezas. También es de señalar el trabajo continuo de rescate y salvamentos arqueológicos en el municipio de Tizayuca realizados por el arqueólogo Juan Carlos Equihua y su equipo de colaboradores con motivo de la construcción de nuevas desarrollos habitacionales en ese municipio.
Actualmente se están realizando excavaciones de rescate arqueológico en el municipio de Zapotlán de Juárez por parte de los arqueólogos César Vázquez y Alfonso Torres del centro INAH Hidalgo; se acaban de terminar los trabajos de rescate en la Col. San Miguel del Arco por parte de la arqueóloga Guadalupe Islas; se realizaron trabajos de vigilancia arqueológica por obras en el centro histórico de Pachuca por parte del arqueólogo Carlos Arriaga Mejía y se han realizado recientemente intervenciones de urgencia en La Mesilla, Tecozautla, en el Cerro Chilicaxtle en Zempoala, en la Col. San Jose Caltengo de Tulancingo y en la comunidad de Boxaxní en el municipo de San Salvador por parte de los arqueólogos adscritos al centro INAH Hidalgo.
Amen de los trabajos de protección técnica realizados por personal de investigación del centro INAH Hidalgo, en la actualidad se encuentran en curso las investigaciones de salvamento por motivo de la construcción de la carretera Arco Norte por parte del arqueólogo Fernando Getino de la DSA del INAH, así como las investigaciones de Patricia Castillo y su equipo de colaboradores en Atotonilco de Tula, Epazoyucan y Acayucan con motivo las obras para el gasoducto, entre otros proyectos. Por otro lado, recientemente se continuaron los trabajos de rescate arqueológico de los restos de un mamut en el municipio de Singuilucan por parte del Dr. Joaquín Arroyo Cabrales de la Subdirección de Laboratorios y Apoyo Académico del INAH.
Como se puede apreciar, la riqueza arqueológica del estado, se encuentra en constante peligro de afectación sea por causas naturales o sociales. Afortunadamente varias de las obras de construcción de mayor impacto a nivel estatal han sido sujetas a inspección por parte de los especialistas del INAH y en su caso, realizadas las investigaciones arqueológicas pertinentes. Desgraciadamente no todos los hallazgos o afectaciones nos son reportados al instituto y todavía falta mucho por andar para establecer una política continua de colaboración entre el INAH y las instancias federales, estatales y municipales que autorizan obra pública o privada en áreas donde potencialmente puedan afectar el patrimonio arqueológico de la entidad. Es claro que si bien las obras de infraestructura son proyectadas mirando hacia el futuro del país, este no será un futuro mejor sino se mira también hacia ese pasado que ha conformado nuestro presente. En ese sentido el rescate o salvamento arqueológico constituye en muchos de los casos la única fuente de conocimiento posible sobre un bien patrimonial que de otra manera estaría condenado a desaparecer y a olvidarse bajo el feroz y seductor avance de la modernidad.

sábado, agosto 25, 2007

La arqueología de regiones en el estado de Hidalgo

Tras años de estar concentrados en la investigación de un sólo sitio de carácter monumental o de su entorno inmediato, paulatinamente se fueron consolidando los trabajos arqueológicos de carácter regional en el estado de Hidalgo. Los trabajos de arqueología regional o de patrón de asentamientos, fueron inaugurados en la década de los años cincuenta por Gordon Willey con su famoso estudio del Valle del Virú en el altiplano de Perú. Posteriormente se realizarían estudios en Mesoamérica de carácter regional como fueron los de William T. Sanders en el Valle de Teotihuacan que demostraron el carácter urbano del antiguamente considerado centro ceremonial.
En el caso del estado de Hidalgo podemos considerar como un primer antecedente de este tipo de trabajos el estudio de la región del Valle de Tulancingo, realizado por los esposos Elizabeth y Michael Show a fines de la década de los sesenta, y quienes realizaron un mapa de distribución de sitios en el Valle y un estudio de los tipos de arquitectura prehispánica localizada. Pero es solo a mediados de la década de los setenta cuando se realiza el primer estudio de macro-área, en este caso del Valle de Tula por parte de las finadas arqueólogas Guadalupe Mastache y Ana María Crespo. Estos estudios serían fundamentales para entender la dinámica del estado de Tollan y su interacción con sus sujetos y localidades en la época prehispánica.
A mediados de la década de los ochenta se propusieron nuevos proyectos de investigación arqueológica para el estado de Hidalgo, los cuales también tuvieron un enfoque de carácter regional. Uno de estos proyectos regionales se trata del “Proyecto Valle del Mezquital”, en el que participan investigadores y alumnos de la ENAH, el cual ha trabajado principalmente los municipios septentrionales del mismo, antes de llegar a las estribaciones de la Sierra Madre.
El proyecto Arqueológico Valle del Mezquital nace dentro del marco de inquietudes académicas generadas por la corriente conocida como arqueología social latinoamericana, teniendo como principal objetivo, el definir los cambios que se han ocurrido en la ocupación de la región con referencia a la etnicidad, el modo de vida y las relaciones sociales cambiantes, a lo largo de su historia, entre los grupos asentados en la región y los sistemas sociopolíticos, económicos y culturales que se establecieron en el Altiplano Central, amen de que entre sus objetivos específicos se encontraba la reconstrucción, desde las categorías de análisis del pensamiento materialista histórico, de la historia del modo de vida y la etnia otomí en la región.
En el nivel concreto de las aportaciones al conocimiento del pasado prehispánico de la región los participantes en este proyecto han realizado exploraciones y estudios sobre los sitios de Cultura Xajay pertenecientes al periodo Epiclásico relacionados con el sur de Querétaro y norte del estado de México; sobre las ocupaciones del periodo Clásico y Epiclásico en la región; sobre la etnoarqueología cerámica otomí; sobre el simbolismo de las pinturas rupestres en la región; así como la importancia del culto a los cerros en la zona.
En la misma región sudponiente del estado, daría a luz en 1995 otro proyecto de investigación denominado “Proyecto Distrito Alfarero del Valle del Mezquital”, dirigido por la Dra. Patricia Fournier G. el cual es una continuación de la línea de investigación sobre la tradición alfarera otomí, y que se concentra en el estudio arqueológico de la historia y el modo de vida de las comunidades otomíes de la región ubicadas principalmente en el municipio de Chapantongo, al sureste de la caldera del Hualtepec y puerta de entrada al Valle de Tula. Como aportes a la arqueología de la región se tienen estudios acerca de arquitectura, cerámica, la ideología y la genética de las poblaciones prehispánicas en la zona, algunos de cuyos resultados están todavía en proceso de preparación bajo el formato de tesis de alumnos de la ENAH.
Otro de estos proyectos regionales que nacieron en la década de los ochentas se trata del “Proyecto Vega de Meztitlán”, también de la ENAH, que tiene por objetivo la arqueología del antiguo señorío independiente, el cual se desarrolló en la famosa cañada homónima ubicada en la Sierra Madre Hidalguense. Con un enfoque de ecología humana, los arqueólogos en el área han hecho aportes sobre la secuencia de ocupación en el área, su adaptación a los distintos pisos y recursos altitudinales que caracterizan a la zona, así como han contribuido al conocimiento de las ocupaciones pleistocénicas y del Holoceno Temprano no sólo en la región sino en el estado mismo, así como al estudio de las industrias líticas en la región.
Otro proyecto de alcance regional se desarrolló hacia mediados de los ochentas: el arqueólogo Raziel Mora del Centro INAH Hidalgo tuvo a su cargo el proyecto denominado “Reconocimiento de Superficie en el Sudoriente del Estado de Hidalgo” que tenía como objetivo estudiar el patrón de asentamientos en esta región y realizar su comparación con lo registrado en el norte del área de Puebla-Tlaxcala.
También de la década de los ochentas es el proyecto coordinado por la Dra. Margarita Gaxiola sobre Yacimientos de Obsidiana en el estado de Hidalgo que implicó el reconocimiento de superficie de yacimientos y talleres prehispánicos relacionados con la explotación de este importante material vítreo de origen volcánico. Las áreas de Tulancingo, Metzquititlán y Zimapán fueron recorridas para realizar el estudio de esta importante industria prehispánica y los sitios arqueológicos donde se presentan restos materiales vinculados a la misma.
Varios de estos proyectos han continuado hasta la década de los noventa del pasado siglo, como el Proyecto Vega de Metztitlán y el Proyecto Valle del Mezquital. En la actualidad, a inicios de milenio, existen tres proyectos arqueológicos de carácter regional en el estado: el proyecto Geografía Histórica que dirige el arqueólogo Osvaldo Sterpone y que inició en 1994 cubriendo hasta el momento los municipios de Tizayuca, Singuilucan, Epazoyucan y la parte oriente de Pachuca; el Proyecto Sierra y Huasteca Hidalguense que comenzó en 2005 dirigido por el arqueólogo Alfonso Torres y que ha iniciado sus recorridos en la zona otomí-tepehua y el Proyecto “Patrón de asentamiento en el sudponiente del Estado de Hidalgo” dirigido por el arqueólogo Luis Manuel Gamboa en la zona del Valle de Tula y Tepeji del Río.
La arqueología regional se encuentra muy lejos de la arqueología de sitio, generalmente asociada al monumentalismo de decadas pasadas. No obstante que para el publico en general es una arqueologia invisible, pues no "descubre" ni es vistosa, ni se encuentra ligada en general a los hallazgos monumentales o al turismo, la arqueología de regiones es un enfoque fundamental para entender la dinámica de las antiguas poblaciones prehispánicas pues permite contextualizar el entorno ecológico, demográfico y sociopolítico en que se desarrollaron los grandes sitios monumentales, de ahí su importancia dentro del ámbito académico.

viernes, agosto 03, 2007

Los sitios Xajay del occidente del Valle del Mezquital


En el occidente del estado de Hidalgo, en un área que hacia el siglo XVI era considerado como zona de frontera de los antiguos pueblos mesoamericanos, en esa zona seca muy cerca donde las aguas del río San Juan se juntan con las del río Tula para convertirse en el río Moctezuma rumbo al Pánuco, se yerguen entre sus mesetas y flora del desierto, las ruinas de los asentamientos de una cultura muy antigua que los arqueólogos han denominado Cultura de las Mesas. Estos sitios arqueológicos, también conocidos como sitios de tradición cultural Xajay o simplemente sitios Xajay, tuvieron su auge hacia los siglos V al IX d.C. hacia el sector poniente de la región conocida como Valle del Mezquital, específicamente en los municipios de Tecozautla y Huichapan justo al norte de la caldera del Cerro Hualtepec.
Los sitios de la cutura de Las Mesas presentan estrechos vínculos económicos y culturales con el área de San Juan del Río en Querétaro y Acambay-Jilotepec en el actual estado de México en lo particular y con las zona del Bajío, Sierra, Valle de Tula y otras áreas de la amplia red mesoamericana de intercambio en lo general. Los asentamientos de la cultura de las Mesas son también conocidos con el nombre de sitios Xajay por la cerámica arqueológica distintiva que los caracteriza hacia el periodo Epiclásico y que consiste en el tipo cerámico Rojo Inciso Postcocción Xajay, identificado por vez primera por Enrique Nalda en la zona del río San Juan a mediados de la década de los setentas. Por sus características fenoménicas culturales como el estilo arquitectónico, el patrón de asentamiento y cultura material, los sitios de las mesas pertenecen a una tradición sociocultural distinta a los poblaciones de filiación cultural teotihuacana ubicadas a unos 30 kms hacia el sureste de la caldera del Hualtepec, en los alrededores de la sub-cuenca del arroyo el Marques, Chapantongo, Tepetitlan y el Valle de Tula.
Entre los asentamientos Xajay mas importantes de la región norponiente del Valle del Mezquital por su arquitectura monumental se encuentran Pañhú, Zethé, Cerritos, Zidada, Taxangú, nombres que denotan la incorporación activa de estos vestigios arqueológicos a la toponimia y simbolismo hñähñü contemporáneo de la región: Pañhu, que podemos traducir como “el camino caliente o el camino del calor”; Zidada, “venerable padre”, nombre dado a la deidad solar; Zethe, “agua fría” y Taxangu, “casa blanca”. Interesantemente estos nombres que parecen vincular los asentamientos Xajay con conceptos relativos al simbolismo solar otomí y la dualidad frío-calor parecieran hacer también referencia a la sacralidad de los espacios arquitectónicos Xajay, mismos que incorporan en su diseño los conceptos mesoamericanos de espacio-tiempo al igual que otros sitios del área. En ese sentido cabe señalar que las orientaciones de la arquitectura Xajay son fundamentalmente de tipo equinoccial, pero también presenta orientaciones y visuales específicas como a los días del paso cenital local así como a los pares de significación calendárica 12 febrero / 30 de octubre y 13 agosto/30 de abril, mismos que se encuentran en diversos sitios mesoamericanos y que vinculan el calendario ritual de 260 días con el movimiento solar anual y las actividades agrícolas.
Al igual que en el sitio teotihuacano de Xihuingo al sur de la entidad, los sitios Xajay del poniente del Valle del Mezquital presentan una asociación espacial entre sus conjuntos de arquitectura monumental y la presencia de petroglifos. De acuerdo con Fernando López la iconografía de los petroglifos en los sitios Xajay no comparte el estilo realista típico de las manifestaciones rupestres posteriores, ni se basa en un sistema de ideogramas a la manera de los grupos de filiación nahua, sino que se trata de “complejos conjuntos de espirales y grecas que se distribuyen al parecer de manera aleatoria, generalmente en afloramientos rocosos aledaños a los sitios, formando así conjuntos mayores que rodean a los asentamientos monumentales de la época.
Las investigaciones en los últimos 15 años en la zona de Huichapan-Tecozautla han logrado recuperar información valiosa sobre el modo de vida , la economía y la cosmovisión de los antiguos grupos portadores de la cerámica Xajay. Se han realizado exploraciones arqueológicas por parte de integrantes del Proyecto Valle del Mezquital en los sitios de Rancho el Zethé, el Pañhú, y el Huesamento. En el caso de El Zethe en el mes de diciembre de 1992 se excavó una estructura arquitectónica en forma de plataforma de planta cuadrangular con escalinata que presentaba una sub-estructura mas temprana con muros de adobe y cimentaciones de toba volcánica, así como en su parte exterior posibles arranques de columnas circulares. En la plataforma se localizó una ofrenda en cista del siglo VIII d.C. donde se depositaron varios individuos desmembrados con una rica ofrenda de cuchillos de obsidiana de tipo sacrificial y una vasija zoomorfa con la imagen de un murciélago, el animal decapitador por excelencia en Mesoamérica.
Posteriormente hacia 1993 se realizaron excavaciones en el sitio de el Pañhu por parte de los arqueólogos Fernando López Aguilar y Luis Morett Alatorre, el primero profesor-investigador de la Escuela Nacional de Antropología y director del Proyecto Valle del Mezquital y el segundo investigador de la Universidad de Chapingo. Junto con alumnos de la licenciatura en arqueología de la ENAH, se realizó un rescate arqueológico en el sector conocido con el nombre del El Huesamento, en donde se recuperaron los restos de un individuo femenino del siglo VIII. En esos años se realizaron los primeros recorridos en el área para determinar el área de asentamientos rurales alrededor de la zona ceremonial del Pañhú, así como se realizó un catálogo de petrograbados de la zona monumental y se comenzaron las excavaciones en la zona de La Mesilla. Paralelo a estas investigaciones se realizó una tarea de concientización a la población para lograr el cuidado comunitario de los vestigios, la prohibición del pastoreo depredador así como la vigilancia para evitar el saqueo de piedras de los edificios arqueológicos que fueran utilizados como material de construcción.
Las investigaciones de los sitios Xajay del norponiente del Valle del Mezquital. concentradas sobre todo en el área monumental del Pañhu, en recorridos en sus alrededores y en rescates menores que se han realizado en las poblaciones aledañas al sitio, han permitido conocer un poco de esta cultura arqueológica del fines de los periodos clásico y epiclásico que se encuentra a pocas decenas de kilómetros de los desarrollos teotihuacanos y coyotlatelco en el cercano Valle de Tula.al sur del cerro Hualtepec. Los materiales provenientes de las excavaciones realizadas por el Proyecto Valle del Mezquital en los sitios de la Cultura de las Mesas se pueden visitar en el museo arqueológico de Huichapan donde nuestro amigo Mario López Montes les dará la bienvenida y les mostrará parte de la arqueología de esta región de Hidalgo. Por otro lado en la actualidad se está construyendo un museo de sitio en el Pañhu, se están realizando nuevas exploraciones por parte del Proyecto Valle del Mezquital y se tiene contemplado en un futuro próximo el desarrollo de una zona arqueológica que se encuentre abierta para su visita por el publico. De ser así Pañhu, sitio central de la cultura de las Mesas en el Valle del Mezquital, seria la cuarta zona de monumentos abierta al publico en el estado de Hidalgo. Enhorabuena.

domingo, julio 15, 2007

El Lugar del año: la presencia teotihuacana en el sudoriente del estado de Hidalgo


Ademas de Tula y Huapalcalco, otro asentamiento privilegado por la investigación arqueológica monumentalista en el estado de Hidalgo es Xihuingo, un propuesto centro de población vinculada al estado y sociedad teotihuacanos ubicado en el actual municipio de Tepeapulco.
La Zona Arqueológica de Xihuingo se encuentra a unos 3 kilómetros al norte de la población de Tepeapulco, en el municipio del mismo nombre, justo a los pies del Volcán conocido con el nombre de Jihuingo. En los años sesenta del pasado siglo, bajo el peligro de afectación del sitio por parte de extractores de materiales de cantera, el INAH, bajo la supervisión del Dr. Román Piña Chan, intervino en el rescate y salvamento de la llamada Pirámide del Tecolote, la excavación de zonas aledañas y la delimitación del sitio para su protección. Posteriormente, en los años setentas, los arqueólogos Fernando López Aguilar y Rosalba Nieto Calleja del Centro INAH Hidalgo, realizan estudios de material de superficie y algunas excavaciones, con el propósito de conocer la historia del sitio, su complejidad interna y, específicamente, el papel jugado por el mismo dentro de la red de explotación de obsidiana controlada por Teotihuacan durante el periodo Clásico. Las investigaciones de superficie del Dr. Thomas Charlton en el área giran también en el sentido de entender a Xihuingo como parte de la red de asentamientos teotihuacanos vinculados con la explotación de minas de obsidiana ubicadas al sudoriente del estado de Hidalgo.
De acuerdo con las investigaciones de los arqueólogos López Aguilar y Nieto Calleja, tras una primera y pequeña ocupación de la fase Tzacualli (0-200 d.C.) el sitio de Xihuingo alcanza su mayor esplendor durante los años 200 a 650 d.C. periodo en que el asentamiento alcanza su máxima extensión entre las 80 h.a. y el kilómetro cuadrado y se convierte en centro provincial ligado a la sociedad y cultura teotihuacanos. Posteriormente presenta una reocupación disminuida durante la fase Mazapa consistente en caseríos dispersos, probablemente producto de la baja poblacional en relación con los periodos anteriores, así como, siglos mas tarde, una ocupación intensa del asentamiento representada por la presencia de cerámicas del complejo Azteca III y IV, ya hacia finales del Postclásico Tardío. En ese sentido Xihuingo presenta tendencias de historia demográfica muy similares a las de otras áreas en el norte de la Cuenca de México, como la de Temazcalapa ubicada al poniente de esta zona.
Xihuingo tiene dos particularidades que llaman la atención: por un lado es un sitio amurallado, lo que posiblemente nos hable del control de acceso al mismo que debió tener en tiempos prehispánicos, y por otro lado, posee la mayor cantidad conocida para un sólo lugar de los llamados marcadores teotihuacanos, por lo menos 46 en total así como una gran cantidad de glifos con motivos calendárico-astronómicos grabados en los promontorios rocosos de sus alrededores. Mathew Wallrath y Jesús Galindo han sido los investigadores que mas han trabajado la arqueoastronomía del sitio de Xihuingo realizando el análisis de mas de 700 orientaciones entre los marcadores localizados e identificando orientaciones como las solsticiales así como al norte astronómico. Estos investigadores también han identificando diversos motivos calendáricos y astronómicos asociados a la luna, al sol, a Venus y a otros eventos astronómicos de importancia ritual entre los antiguos habitantes del sitio.
En resumen, el análisis de las orientaciones astronómicas dadas por los marcadores, la presencia de glifos calendáricos y astronómicos en su corpus de grabados rupestres, así como las proporciones calendáricas presentes en el diseño arquitectónico de la pirámide principal, e incluso la toponimia misma del asentamiento –el lugar del año- han sido las bases para proponer al sitio de Xihuingo como un importante lugar de observación y de culto al conocimiento calendárico-astronómico de los antiguos teotihuacanos en el sur de Hidalgo. La importancia ritual y astronómica del sitio de Xihuingo persistió en tiempos del Postclásico Tardío pues aunque no se tiene completo o publicado un estudio del corpus de motivos rupestres de Xihuingo, es claro que varios de los motivos rupestres corresponden en su iconografía al estilo de la Cuenca de México de ese momento y que no pueden ser atribuidos a los teotihuacanos de un milenio atrás.
Cabe señalar que la tradición del conocimiento calendárico y astronómico de los antiguos pobladores de Xihuingo se hace notar en los inicios de la vida colonial de México. Así sabemos no solamente que el padre Fray Bernardino de Sahagún elaboró sus Primeros Memoriales hacia mediados del siglo XVI en la población de Tepeapulco sino que varios de los viejos indígenas principales de esta comunidad fungieron como informantes del sabio franciscano durante casi dos años. No es extraño entonces que el investigador Jesús Galindo note que el motivo de doble círculo concéntrico se halla presente tanto en los dibujos de los informantes indígenas de Sahún como en la iconografía rupestre de Xihuingo vinculado en ambos casos al concepto de “cuerpos que dan luz” es decir, estrellas y cometas en los papeles del franciscano, y un posible evento de supernova en los motivos rupestres de Xihuingo.
En la actualidad Xihuingo –además de Tula y Huapalcalco- es el tercero de los sitios arqueológicos monumentales en el estado de Hidalgo abiertos al público. Si bien no tiene las “comodidades turísticas” de una zona grande como Tula como lo son el museo de sitio, los andadores y las tiendas, si tiene el encanto de combinar el entorno ecológico y la arqueología monumental en pequeña escala. Tiene además el privilegio de estar relativamente bien preservado y constituir fuente de futuras investigaciones, pues a diferencia del sitio de Huapalcalco, no sufre los embates de la construcción urbana indiscriminada dentro del área de protección definida.
Del antiguo conocimiento astronómico de los pobladores de Xihuingo tan solo sobreviven los motivos rupestres distribuidos en los cerros, peñas y rocas de sus alrededores, signos que el paso del tiempo ha sabido respetar hasta nuestros días y que, posiblemente, algún día, nos revelen todo su misterio.

domingo, julio 01, 2007

La arqueología de Huapalcalco y el Valle de Tulancingo: grandeza y destrucción

Como hemos visto en la decada de los cuarenta del siglo pasado el problema de la identificación arqueológica de la Tollan de Ce Acatl Topiltzin Quetzalcoatl que mencionan las fuentes nahuas del siglo XVI dió inicio a todo un programa de exploraciones dirigidas por el arqueólogo Jorge Acosta, realizadas en los alrededores de la moderna ciudad de Tula en Hidalgo. Las exploraciones se realizarían en algunos de los montículos arqueológicos presentes en la cima del Cerro del Tesoro y se prologarían por espacio de mas de dos décadas.
Indirectamente el tema de la identificación arqueológica de la Tollan etnohistórica, llevó también a la exploración de los restos arqueológicos presentes en el Valle de Tulancingo, pues esta población del sudoriente del estado de Hidalgo aparece mencionada en las fuentes coloniales como primer lugar de asentamiento de los toltecas en su migración hacia la posterior Tollan Xicocotitlan.
Específicamente el padre Fray Bernardino de Sahagún en el libro X de su Historia General de la Nueva España redactado hacia mediados del siglo XVI menciona que:
“…los toltecas, que en romance se pueden llamar oficiales primos…vivieron muchos años en el pueblo de Tullantzinco, en testimonio de lo cual dejaron muchas antigualas allí, y un cu que llamaban en indio Uapalcalli el cual está hasta ahora, y por ser tajado en piedra y peña, ha durado tanto tiempo. Y de allí fueron a poblar a la ribera de un río junto al pueblo de Xicocotitlan, el cual tiene ahora el nombre de Tulla…”
Otras fuentes como Alva Ixtlixóchitl y los Anales de Cuauhtitlán también señalan la importancia de la región de Tulancingo como región de asentamiento de los llamados toltecas antes del florecimiento de Tollan Xicocotitlan.
Es así que a fines de la década de los treinta del siglo XX el arqueólogo Carlos Margain, tras un breve recorrido, reportaba la presencia de numerosos montículos y abundante material arqueológico como cerámica y lítica, así como restos de pisos de estuco y muros policromados en Huapalcalco. También reporta hacia 1943 una cuerpo piramidal con escalinata en el sitio del Pedregal. Ambos sitios, Huapalcalco y El Pedregal, se localizan a pocos kilómetros al norte y sur de la ciudad de Tulancingo.
Ya en esos años el arqueólogo Margain reportaba la destrucción de vestigios pehispánicos debido sobre todo a que una parte del sitio arqueológico de Huapalcalco se encontraba habitado desde entonces. Podemos decir entonces que el problema de la destrucción de los vestigios arqueológicos de Huapalcalco y Zazacuala (el Pedregal) data al menos desde hace siete decadas.
No sabemos si el reporte de Margain llevó finalmente a que se considerara el Valle de Tulancingo como prioritario dentro de los programas de investigación arqueológica de esos años, pero dado el interés de la arqueología monumentalista de ilustrar arqueológicamente los pasajes narrados por las crónicas de tradición indígena no sería extraño que así fuera. El mismo Margain recomienda la exploración de los sitios del Valle de Tulancingo para entender los antecedentes de Tula.
Lo cierto es que se realizaron exploraciones arqueológicas tanto en El Pedregal como en Huapalcalco en la década de los cincuenta. Los encargados de estas exploraciones fueron la arqueóloga Florencia Müller y el hidalguense Cesar Lizardi Ramos, quienes mediante excavaciones en Huapalcalco y otros sitios del Valle de Tulancingo, lograron demostrar una larga secuencia cultural de ocupación en la zona desde el periodo pre-agrícola hasta el Postclásico. También fueron los encargados de liberar la pirámide VI, es decir, la edificación principal del sitio de Huapalcalco que aún hoy en día pueden apreciar los visitantes al lugar.
A fines de la década de los sesentas otro proyecto de investigación arqueológica se desarrolló en el Valle de Tulancingo. Se trata del proyecto desarrollado por la pareja de arqueólogos Michael E. Snow y Elizabeth F. Snow, de la Universidad de Toronto, Canada, quienes entre los años de 1968 a 1970 realizaron un recorrido de superficie en el Valle de Tulancingo y mostraron el entorno arqueológico en el que se desarrollaron Huapalcalco y otros asentamientos del área. Los arqueólogos Snow realizaron mediciones topográficas y elaboraron un primer mapa que mostraba un amplio sector del área central del sitio de Huapalcalco así como elaboraron una tipología de estructuras para Huapalcalco y otros sitios del Valle de Tulancingo.
Otras investigaciones importantes en el Valle de Tulancingo son las realizadas por la Dra. Cynthia Irwins, quien animada por el hallazgo en la década de los cincuentas de una hacha de mano elaborada en silex en la Cueva del Chivo, realizó exploraciones en la Cueva del Tecolote localizando al final de la secuencia estratigráfica un fragmento basal de punta acanalada elaborada en obsidana y, sobre roca madre, una pieza foliacea no acanalada tipo Plainview. Aunque con problemas por su asociación contextual, los hallazgos en la Cueva del Tecolote por la Dra. Irwins y los previos de Müller en la Cueva del Chivo, colocan al Valle de Tulancingo con una posible antigüedad de ocupación que remonta a los lejanos milenios pre-agrícolas.
A fines de la década de los setentas y ochentas nuevas exploraciones de la arqueóloga Margarita Gaxiola en Huapalcalco, sobre todo en un sector habitacional del sitio especializado en la talla de obsidiana -y en donde se recuperaron los restos de un temazcal terapeutico- aportaron nuevos datos acerca de la vida cotidiana y el ritual doméstico de los habitantes de Huapalcalco. Esta misma investigadora hizo otro levantamiento topográfico en el año de 1980, registrando las características topográficas de los monumentos de Huapalcalco y ampliando el mapa de los vestigios hacia el sector sudponiente del sitio. Esta misma investigadora ha realizado importantes investigaciones acerca de la cronología, los materiales líticos y la cerámica del lugar.
Otra investigadora importante para el conocimiento de la arqueología de Huapalcalco ha sido la arqueóloga Enriqueta Manzo Olguín cuyas exploraciones en la década del 80 han dado lugar al conocimiento de algunos aspectos de la cultura material del asentamiento, tales como lo son algunos rasgos de su escultura, la pintura mural así como la iconografía de las figurillas elaboradas por los antiguos habitantes del lugar. Las investigaciones de Manzo han permitido conocer algunos aspectos acerca de la antropología fisica de los antiguos habitantes del lugar a partir de restos óseos infantiles recuperados en estas exploraciones de rescate.
En resumen las investigaciones arqueológicas han demostrado que Huapalcalco es un importante asentamiento del periodo Epiclásico, fundamental para entender no sólo la conformación de las unidades políticas emergentes en este periodo de la historia precolombina, sino también las nuevas tradiciones culturales presentes en el Altiplano tras la caída de Teotihuacan. Por otro lado, dada su ubicación en los límites altitudinales, Huapalcalco –y el Valle de Tulancingo en general- son importantes para entender las relaciones de las sociedades agrícolas del Altiplano con aquellas de la Sierra y las tierras bajas de la Costa del Golfo. Así mismo los hallazgos de vestigios pre-cerámicos en las cuevas alrededor de Huapalcalco ubican potencialmente a la región de Tulancingo como un área importante para estudiar los grupos y culturas anteriores al desarrollo del sedentarismo agrícola base de la civilización mesoamericana.
Sin embargo la posibilidad de entender estos aspectos de la historia prehispánica del Valle de Tulancingo se ven disminuidos al constatar día a día como los vestigios de esta importante urbe prehispánica son destruidos por los procesos descontrolados de crecimiento urbano contemporáneos. En la actualidad, y desde hace algunas décadas, Huapalcalco sufre de una invasión paulatina pero creciente por parte de los pobladores de la comunidad moderna del mismo nombre. Más de 85 familias se encuentran actualmente asentadas dentro de lo que es la zona delimitada del área arqueológica implicando un grave peligro para la integridad de los vestigios que conforman el sitio.
No solo Huapalcalco sufre de este problema. Otros sitios del Valle de Tulancingo se ven amenazados ante el avance de los modernos asentamientos urbanos. La zona arqueológica de Zazacuala, por ejemplo, se encuentra disminuida y fragmentada por el crecimiento urbano en su alrededor. La falta de consideración de la información arqueológica para los planes municipales de desarrollo urbano, el otorgamiento de licencias de construcción en áreas colindantes a las zonas arqueológicas o al interior de las mismas sin el visto bueno de la federación y la invasión hormiga de los terrenos de la zona arqueológica por nuevos inmigrantes, son algunos de los agravantes que inciden negativamente en la preservación de los vestigios arqueológicos del Valle de Tulancingo y de Huapalcalco en particular.
Necesitamos trabajar con ahínco y mejores estrategias en lo futuro en el tema de la protección al patrimonio arqueológico, pues mientras los tulancinguenses tienen porque orgullecerse del pasado prehispánico de su región, difícilmente podrán hacerlo en lo futuro si los vestigios motivo de orgullo y con ellos, la posibilidad de conocer nuestra historia prehispánica, desaparecen ante la vorágine del desarrollo urbano incontrolado.

viernes, junio 15, 2007

Tollan-Xicocotitlan y los orígenes de la arqueología en Hidalgo


Han pasado muchos años desde que se realizaron las primeras investigaciones arqueológicas de la edad moderna en tierras del actual estado de Hidalgo, y casi desde el inicio de las mismas se han centrado en unos pocos vestigios arqueológicos, entre ellos los de la famosas ruinas de la antigua Tollan Xicocotitlan, la ciudad donde rigiera el mítico Ce Acatl Topiltzin Quetzalcoatl según las fuentes nahuas del Postclásico.
Uno de esos primeros trabajos arqueológicos sobre estas ruinas se trata de los elaborados por el famoso geógrafo mexicano del siglo XIX Don Antonio García Cubas quien en un informe publicado en 1873 en el Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística presenta una serie de estudios y descripciones de las esculturas presentes en las ruinas cercanas a la ciudad de Tula, relacionando su iconografía con las lejanas culturas de Egipto y Grecia, un tópico muy común para la época. El título de la obra, “las ruinas de la antigua Tollan”, remite a la especie de que García Cubas estaba identificando a la antigua Tollan de las fuentes etnohistóricas con las ruinas arqueológicas presentes en el estado de Hidalgo, un problema que los arqueólogos de generaciones posteriores estaban todavía por resolver.
Algunos años más tarde el explorador francés Désiré Charnay realizó excavaciones en dos edificios y un conjunto residencial en el extremo oeste de la plaza principal de Tula, así como una estructura habitacional localizada cerca de la misma. También aplicó la novedosa técnica del registro fotográfico y así mismo realizó el dibujo de numerosas esculturas y elementos arquitectónicos, algunos de los cuales se encuentran hoy en día perdidos. Al igual que García Cubas, Charnay pensaba que la Tollan de las fuentes etnohistóricas se encontraba sepultada bajo las ruinas cercanas al pueblo homónimo del actual estado de Hidalgo y fue el primero en vincular el estilo arquitectónico y escultórico de esta ciudad con el de la lejana Chichen Itzá en la península de Yucatán.
Después de estos trabajos pioneros el sitio arqueológico de Tula permaneció olvidado por casi medio siglo dado que los primeros arqueólogos de este siglo creían que las ruinas del Tollan del que hablaban las fuentes del siglo XVI correspondía a los del sitio arqueológico de Teotihuacan. El problema de la identidad arqueológica de la Tula etnohistórica volvió a resurgir unos años después encontrándose presente en la mente de los investigadores de finales de los años treinta, de modo tal que algunos investigadores como Alfonso Caso, Ignacio Marquina, Paul Kirchof y Jiménez Moreno, formaron una comisión hacia 1938 que visitó el sitio de Tula para seleccionar las áreas de excavación y así poder contribuir en la solución al problema de la realidad arqueológica de las fuentes. No fue sino a partir de las discusiones presentadas en la Reunión de la Sociedad Mexicana de Antropología organizada el año de 1941, y sobre todo a partir de los trabajos presentados por Wigberto Jiménez Moreno y Jorge Acosta, que se establece etnohistórica y arqueológicamente que la Tollan de las fuentes es la actual Tula del estado de Hidalgo. Es así que desde 1940 y hasta inicios de la década de los sesentas, a lo largo de 14 temporadas de campo a cargo del arqueólogo Jorge Acosta, que se empieza a conocer la arqueología de Tollan Xicocotitlan, y se establece la primera secuencia cultural del asentamiento prehispánico, colocándolo hacia tiempos posteriores al desarrollo teotihuacano.
A fines de los años sesentas se iniciaron las investigaciones del Proyecto Tula coordinado por Eduardo Matos del INAH. Además de realizar trabajos de rescate en el sitio debido a las obras del oleducto y en la unidad habitacional Pemex, se abordaron con nuevos enfoques y técnicas de análisis intereses temáticos ligeramente distintos a los de años anteriores. Entre los nuevos temas de investigación se encuentran el de la estructura arqueológica y análisis espacial de la urbe tolteca desarrollado por el arqueólogo Juan Yadeun, el estudio de la producción de instrumentos en obsidiana realizado por Alejandro Pastrana, y la prospección regional de asentamientos en el Valle de Tula realizada por las arqueólogas Guadalupe Mastache y Ana María Crespo. Además de estos estudios se realizaron exploraciones específicas en sitios como Chingú y Ajacuba, el primero de los cuales resultó ser fundamental para entender la presencia del estado y la cultura teotihuacanos en el sureste del estado Hidalgo.
Mas o menos por la misma época, específicamente a partir de 1970, se inicia otro proyecto dirigido por el Dr. Richard Diehl de la Universidad de Missouri, el cual se enfocaría a novedosos problemas de la arqueología de Tula. Es así que tenemos nuevos temas como la determinación y estudio de las áreas de producción especializada al interior del asentamiento tolteca, la definición mediante el análisis tipo-variedad de la secuencia cerámica de Tollan elaborada como tesis doctoral por el arqueólogo Robert H. Cobean y el análisis de la variabilidad formal de unidades habitacionales realizado por el Dr. Richard Diehl, entre los principales.
En la década de los ochenta Robert H. Cobean y Guadalupe Mastache realizaron diversas exploraciones en sitios pretoltecas del valle de Tula, lo cual ha brindado un modelo hipotético acerca del desarrollo cultural de la región y los antecedentes histórico-culturales del estado Postclásico en la antigua Tollan. En la década de los noventa el arqueólogo Osvaldo Sterpone del centro INAH Hialgo realizó trabajos de mantenimiento en la zona arqueológica y gracias a sus exploraciones recientemente ha editado un libro sobre y algunos artículos que revisan la secuencia estratigráfica y los principales programas arquitectónicos en relación al Palacio Quemado y el Edificio B. Desde hace unos años el arqueólogo Luis Manuel Gamboa se encuentra realizando numerosos rescates arqueológicos dentro del área B de Tula , es decir, en la zona urbana de la moderna ciudad de Tula bajo la cual se localizan los restos de la antigua ciudad.
En la actualidad Tula es con seguridad el más estudiado de los sitios prehispánicos de Hidalgo y constituye para los hidalguenses símbolo del patrimonio arqueológico de la entidad. Sin embargo, la antigua Tollan-Xicocotitlan no fue el único asentamiento importante de la época prehispánica en la región de Hidalgo y de ello hablaremos en la próxima entrega.

viernes, junio 01, 2007

El patrimonio arqueológico del estado de Hidalgo: su profundidad histórica y diversidad cultural

Bienvenidos a este espacio donde divulgaremos diversos aspectos de la investigación arqueológica en la entidad, en específico de la labor cotidiana de investigación y protección de los arqueólogos adscritos al centro INAH en el estado de Hidalgo, aunque no de manera exclusiva. La idea es presentar noticias, ensayos o reflexiones sobre el quehacer arqueológico en la entidad y compartirlos con los ciudadanos interesados en el mismo.
Comencemos por señalar algo que no siempre como ciudadanos sabemos: el paisaje hidalguense es rico en vestigios arqueológicos que van desde las conocidas ruinas de la ciudad arqueológica de Tula, hasta vestigios menos conocidos pero igual de importantes tanto en las sierras, la huasteca como el altiplano, que solo la investigación sistemática o bien el descubrimiento fortuito llevan a su conocimiento y divulgación.
De la diversidad de culturas prehispánicas que se desarrollaron en el territorio hidalguense, queda su huella en las tradiciones, creencias y costumbres que aún se conservan entre los poco más de 327,000 hablantes de lenguas indígenas, es decir, entre los tepehuas, nahuas y otomíes que, de acuerdo con los datos del INEGI, hacia 1995 constituían poco más del 15 % de la población total hidalguense. De esta diversidad cultural no sólo la etnografía y la lingüística dan cuenta, sino que hoy en día queda también reflejada por las numerosas ruinas arqueológicas halladas todo el territorio hidalguense, por lo que podemos considerar que el patrimonio arqueológico de Hidalgo constituye un importante legado que es también memoria del desarrollo histórico y cultural de sus pueblos originales.
Cabe señalar que Hidalgo posee un territorio rico en evidencia material de carácter arqueológico correspondiente tanto al pasado prehispánico como a las etapas posteriores de la vida colonial e independiente.
El rico patrimonio arqueológico en el estado de Hidalgo se encuentra representado por más de 1600 sitios prehispánicos registrados por el INAH y que se distribuyen a lo largo y ancho de sus 20,900 km2 de extensión y en sus 84 municipios que lo constituyen. Estos 1600 sitios arqueológicos abarcan todo tipo de evidencia material de ocupación humana e incluyen desde pequeñas concentraciones de material en superficie que nos hablan de la presencia de los restos de un campamento estacional de cazadores, o bien de los restos de pequeños caseríos, hasta las evidencias monumentales de impresionante tamaño que caracterizaron a los centros urbanos prehispánicos. De alguna manera la diversidad cultural que representan estas manifestaciones arqueológicas no sólo responden a la profundidad temporal de la ocupación prehispánica en la región, sino que también se encuentra estrechamente vinculada a las características generales de la fisiografía y el medio ambiente en que se manifiesta.
Como se sabe, en el territorio del estado de Hidalgo confluyen tres provincias fisiográficas del país: la Sierra Madre Oriental, el eje Neovolcánico y la Llanura Costera del Golfo Norte. En cada una de estas provincias fisiográficas, con sus tipos de suelo, clima y recursos minerales distintos, se desarrollaron culturas y modos de vida diversos desde los primeros tiempos de la época prehispánica, culturas que tuvieron no sólo su dinámica propia sino que establecieron una serie de relaciones cambiantes entre ellas a lo largo del tiempo.
La Provincia del Eje Neovolcánico, representada en la entidad sobre todo por la llamada Subprovincia de las Llanuras de Querétaro e Hidalgo y en menor proporción por la parte septentrional de los Lagos y Volcanes de Anáhuac, abarca poco más de la mitad meridional del territorio hidalguense. En esta región se desarrollaron diversas culturas arqueológicas durante la época prehispánica, vinculadas sobre todo con los procesos históricos y sociales propios de las culturas del Altiplano Central, tales como los desarrollados por Teotihuacan, Tula y Tenochtitlan.
Por otro lado, la mayor parte del resto del territorio hidalguense lo cubre la provincia de la Sierra Madre Oriental representada por la Subprovincia del Carso Huasteco donde, como su nombre lo indica, dominan las serranías. Las áreas más bajas de esta subprovincia se localizan en el norte y noreste de la entidad, en donde constituyen la región conocida como la Huasteca Hidalguense. En esta provincia de la Sierra Madre Oriental, y en la Llanura Costera del Golfo Norte apenas representada, se desarrollaron, sobre todo en su sección noreste, asentamientos prehispánicos de carácter agrícola que presentan relaciones con las tradiciones culturales del Noreste de Mesoamérica y la Costa Norte del Golfo. También para esta zona existe reportada etnohistóricamente y arqueológicamente la presencia estacional de grupos semi-nómadas, más relacionados con la cultura de los grupos pame de la Sierra Gorda de Querétaro y sur de San Luis Potosí.
En cuanto a su profundidad temporal, las manifestaciones culturales prehispánicas hunden sus raíces desde las evidencias más tempranas de ocupación humana en el territorio hidalguense, las cuales datan de hace unos 11 milenios, y que se hallan representadas por restos de puntas acanaladas de proyectil de grupos pre-cerámicos de recolectores-cazadores de fines del Pleistoceno y que se han localizado en el sitio de Oyapa, en el municipio de Meztitlán, así como en el sitio de Pueblo Viejo San Andrés en el municipio de Ixmiquilpan en el Valle del Mezquital. Evidencias de ocupaciones pre-cerámicas posteriores pertenecientes a la transición Pleistoceno-Holoceno, así como del periodo Holoceno Temprano se han localizado tanto en la Cueva del Tecolote en el municipio de Tulancingo como en los municipios de Meztitlán y Mezquititlan. Otras manifestaciones arqueológicas de la presencia de grupos de cazadores-recolectores, sin fechamiento preciso, y que incluyen manifestaciones de pintura rupestre, instrumental lítico en las superficies de cuevas y abrigos rocosos, así como los restos de posibles campamentos al aire libre, se han localizado en los municipios del Cardonal, Ixmiquilpan y Tecozautla en la sección sud-poniente del estado.
En resumen podemos estar orgullosos de que el estado de Hidalgo cuenta con un rico patrimonio arqueológico que nos habla de su historia profunda y diversidad cultural, misma que debemos los hidalguenses estar en condiciones de proteger para evitar su pérdida por saqueo, destrucción o simple ignorancia. La posibilidad de proteger este patrimonio nos la brinda, en primer lugar, el conocimiento científico del mismo y éste es posible gracias a las investigaciones arqueológicas que se han llevado a cabo y que se realizan hoy en día en el territorio del estado de Hidalgo. De estas investigaciones y de sus protagonistas hablaremos en próximas entregas.
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