martes, diciembre 02, 2008

Una conjunción astronómica en tiempos prehispánicos


El pasado día lunes 1o de diciembre del 2008 fuimos testigos de un espectáculo en los cielos nocturnos, una vista hermosa de lo que se conoce en términos astronómicos como conjunción: Venus, Jupiter y la Luna en su fase creciente, todos ello muy cercanos, apenas formando con sus cuerpos los vértices de un imaginario triángulo isósceles. Este mismo año pero hacia el 4 de febrero también se pudo apreciar el mismo fenómeno de conjunción del astro lunar con estos mismos dos cuerpos pero hacia la madrugada.
En realidad los cuerpos de estos astros no se encuentran cercanos, se encuentran separados literalmente por millones de kilómetros unos de otros, sin embargo el que aparezcan juntos en el cielo es solo una cuestión de perspectiva: desde la tierra estos cuerpos aparecen en ese momento en la misma dirección visual. Vistos en ese mismo momento pero desde otro punto en el espacio, por ejemplo, desde Marte o Saturno, los cuerpos que hemos señalado tienen otra configuración en el cielo muy distinta y seguramente no se encontrarán en conjunción. Es decir, la conjunción mas que un fenómenos astronómico en si es un fenómeno de observación desde la superficie terrestre y es solo significativa para sus observadores. Es mas, la observación misma constituye el fenómeno.
De ahí que entendamos que desde tiempos antiguos este tipo de fenómenos visuales han llamado siempre la atención a los distintos pueblos del mundo y dado que los cielos han sido considerados morada de los dioses por diversas culturas pre-industriales, entonces no es extraño de ver que este tipo de fenómenos visuales en el cielo nocturno eran considerados hierofanías, es decir, manifestaciones de lo sagrado, expresión visual de los dioses, por lo que sus encuentros y desencuentros en el ámbito celeste se seguían y registraban con precisión por los ministros de lo sagrado. Este ha sido el caso para culturas como la mesopotámica, los antiguos chinos, los incas y no podrían ser la excepción las culturas precolombinas de Mesoamérica.
En el caso de Mesomérica los estudios epigráficos y de códices en el área maya, costa del golfo y altiplano central han demostrado la importancia de las eventos astronómicas para los antiguos pueblos prehispánicos: entre los mas importantes serian el primer avistamiento del cuerpo celeste, su periodo de ocultamiento, su enlongación máxima, las conjunciones celestes y claramente los eclipses de sol y luna. Entre los cuerpos celestes observables a simple vista se encuentran el sol, venus, la luna, Jupiter, Marte, Saturno y Mercurio. A estos fenómenos se les relacionaba con narraciones míticas, rituales, casamientos, nacimientos, entronizaciones y eventos de conquista y guerra entre otros, al menos entre los antiguos mayas que es donde tenemos mayores registros epigráficos y muy posiblemente entre los nahuas y otras culturas precolombinas del área.
En el caso de las conjunciones astronómicas y su significado hierofánico en el mundo prehispánico tenemos un ejemplo espectacular en el registro epigráfico del Templo de la Cruz Foliada en Palenque. El texto señala la presencia en los cielos de la diosa madre palencana y su reunión con sus tres hijos, los dioses G1, G2 y G3 de Palenque, evento asociado a la fecha 9.12.18.5.16 2 Cib 14 Mol. Interesantemente la fecha señalada consiste en el día 23 de julio del año 690 del calendario Juliano. Tal como lo señalaron en su momento los investigadores Dietter Dütting y Anthony Aveny esa noche se desarrolló en los cielos una conjunción cuadruple: la luna, Venus, Jupiter y Saturno se localizaban muy cercanos entre si, en conjunción con la constelación de Scorpión y muy cercanos a su brillante y rojiza estrella Antares. Esta configuración del cielo nocturno tan especial fue interpretada por los antiguos mayas de Palenque como una reunión de la diosa madre con sus hijos celestes, y es el primer día de un periodo de cuatro en que se realizaron vistosos rituales donde Chan Balum de Palenque demostraba ante sus súbditos la sanción divina de su dinastía.
Actualmente las conjunciones celestes no generan tanta reverencia o todo un conjunto de rituales y ceremonias, y la antigua cosmogonía prehispánica es materia de estudio de la Historia o Antropología de las religiones, pero de los temores que despertaban entre los hombres comunes lo que antiguamente se consideraban las manifestaciones portentosas en el cielo de lo divino quedan algunas huellas aún hoy en día: hace unos pocos años, cuando yo era un jovenzuelo, recuerdo como se escuchaban rumores y se manifestaban temores acerca del fin del mundo como una reacción a la noticia dada por la TV o por la radio de una próxima conjunción o alineación de planetas, o bien todavía en algunas zonas rurales de México las conjunciones del sol y la luna, es decir, los eclipses de sol en especial, siguen causando temor y como en los tiempos prehispánicos, la gente evita aún salir a la calle ese día aciago, se esconden en sus casas las mujeres embarazadas o, en algunas pueblos del sur de México, aún hacen sonar las mujeres sus cacerolas para ahuyentar a los seres del inframundo y asi se acabe la noche y comience el día de nuevo.
Gracias a la antropología, la arqueología, la epigrafía, la arqueoastronomía y el estudio científico de las religiones del pasado podemos entender la relación tan especial que guardan los hombres con el cielo y en específico con el cielo nocturno y sus habitantes estelares. Es interesante ver que gran parte de los temores que aun hoy en día desatan los eventos astronómicos son heredados de un mundo mas inocente, donde los dioses se manifestaban en lo cotidiano del mundo y en lo asombroso de los cielos. Sin embargo, al parecer, los cielos como morada de los antiguos dioses lentamente se van deshabitando, y van dejando su lugar a otras visiones propias del siglo XX como los hombrecitos verdes o las naves espaciales. Mas triste aun, es que ademas de provocar la salida de los dioses la modernidad nos ha alejado de esa relación tan íntima con los cielos que tenían los antiguos: las luces de la ciudad ocultan a los niños de hoy la maravilla del cielo nocturno.
Pero... ¿quien sabe? si todo marcha bien para la humanidad en los próximos 100 años y no nos hundimos en la degradación moral, la pobreza intelectual, las guerras y el desorden económico,a lo mejor algunos de los niños de hoy -o los hijos de sus hijos- serán los colonos espaciales del futuro y redescubriran estas y otras maravillas que los cielos divinos aún guardan para nosotros.
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