
Es de llamar la atención acerca de estas modernas celebraciones al equinoccio que desde los años setentas en México promovió el finado Raul Velasco a través de su programa Siempre en Domingo, pues en los tiempos prehispánicos, si bien existen registros acerca de fiestas y rituales que se celebraban alrededor de las fechas equinocciales, no tenemos una evidencia contundente del conocimiento preciso de este evento astronómico tal como actualmente es concebido, o bien que este fuera celebrado como tal en los tiempos antiguos. La arqueoastronomía, una disciplina que tiene como objeto de estudio el conocimiento y practicas de los pueblos antiguos acerca de los astros, nos enseña que en Mesoamérica las orientaciones mas comunes presentes en la arquitectura de las antiguas ciudades prehispánicas están relacionadas con fechas del ciclo solar con significado calendárico-ritual o bien con orientaciones preferentemente solsticiales. Esta preferencia por las orientaciones solsticiales, es decir con los extremos norte y sur de la trayectoria solar, tienen una importancia fundamental en la cosmovisión mesoamericana pues estas posiciones extremas marcan las esquinas del mundo y la ubicación de los portadores del cielo. A decir de Ivan Sprajc, un arqueólogo que trabaja las orientaciones astronómicas de la arquitectura mesoamericana, el conocimiento prehispánico del equinoccio astronómico tal como es actualmente concebido, al menos para tiempos anteriores al postclásico, parece cuestionable. Al parecer las orientaciones arquitectónicas al eje este-oeste parecen referir mas bien al concepto de mitades o cuartos del año o bien el de equinoccios numéricos propuesto por Sprajc, pues en estas fechas las orientaciones arquitectónicas mas comunes, al menos en el centro de México, mas que marcar el evento equinoccial astronómico en si parecen referirse a las fechas que dividen el año en cuatro partes de aproximadamente igual duración incluyendo los solsticios. Lo anterior no es de extrañar pues es bien conocido que si bien los pueblos antiguos observaban los cielos y registraban sus fenómenos, el marco conceptual en que lo observaban y lo culturalmente significativo difería bastante en relación a una concepción moderna y científica de la observación y el conocimiento astronómico. En ese sentido los solsticios eran importantes de observar pues eran los puntos máximos que marcan la forma básica del mundo cuatripartita mesoamericano y los equinoccios numéricos eran la manera de marcar las mitades del recorrido solar anual.
No obstante estas consideraciones acerca de la prevalencia del concepto de mitades o cuartos del año sobre la de un equinoccio astronómico en el mundo prehispánico, existen varios ejemplos de orientaciones claramente equinocciales como son la orientación entre la pirámide del sol en Teotihuacan y unos marcadores grabados en piedra conocidos como TEO11 y TEO16. En Altavista Zacatecas un pasillo llamado Laberinto se encuentra orientado al Cerro Picacho y marca los ortos solares durante los equinoccios y, finalmente, el mas conocido, el fenómeno de observación equinoccial presente en el juego de luces y sombras en el Castillo de Chichen Itzá. Cabe mencionar otros juegos de iluminación en las mañanas equinocciales como el presente en el Palacio del Quetzalpapalotl en Teotihuacan señalado por Ruben Morante.
En Xihuingo, a decir de Matthew Wallrath, tenemos una orientación cuasi equinoccial entre dos pares de marcadores ubicados en sus cerros de alrededor, aunque en realidad esta se encuentra alejada tres días del equinoccio verdadero pues marca los días 18 de Marzo y 25 de Septiembre.
De acuerdo con las investigaciones de Sprajc, la pirámide del Tecolote en Xihuingo tampoco marca una orientación de tipo equinoccial y mas bien su orientación este-oeste rebasa las declinaciones solsticiales del sol e incluso de la luna y es posible que este orientada hacia el año 600 d.n.e. hacia a la estrella Algol, una binaria de la constelación de la constelación de Perseus. Las orientaciones de la pirámide VI de Huapalcalco tampoco son equinocciales sino que se relacionan con las observaciones a su horizonte poniente en específico al Cerro La Providencia y las orientaciones en Tula son mas bien de tipo calendáricas, relacionadas con la familia de los 17 grados, el norte astronómico y los extremos de venus.
Como ven, poco equinoccio en la arquitectura prehispánica de Hidalgo y sin embargo, mucha celebración hoy en día. Lo cierto es que el 21 de marzo se ha vuelto a este inicios del siglo XXI un motivo mas para reunirse, visitar nuestras zonas arqueológicas y celebrar la grandiosidad de las culturas prehispánicas de nuestro país. Enhorabuena que así sea.