viernes, junio 15, 2007

Tollan-Xicocotitlan y los orígenes de la arqueología en Hidalgo


Han pasado muchos años desde que se realizaron las primeras investigaciones arqueológicas de la edad moderna en tierras del actual estado de Hidalgo, y casi desde el inicio de las mismas se han centrado en unos pocos vestigios arqueológicos, entre ellos los de la famosas ruinas de la antigua Tollan Xicocotitlan, la ciudad donde rigiera el mítico Ce Acatl Topiltzin Quetzalcoatl según las fuentes nahuas del Postclásico.
Uno de esos primeros trabajos arqueológicos sobre estas ruinas se trata de los elaborados por el famoso geógrafo mexicano del siglo XIX Don Antonio García Cubas quien en un informe publicado en 1873 en el Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística presenta una serie de estudios y descripciones de las esculturas presentes en las ruinas cercanas a la ciudad de Tula, relacionando su iconografía con las lejanas culturas de Egipto y Grecia, un tópico muy común para la época. El título de la obra, “las ruinas de la antigua Tollan”, remite a la especie de que García Cubas estaba identificando a la antigua Tollan de las fuentes etnohistóricas con las ruinas arqueológicas presentes en el estado de Hidalgo, un problema que los arqueólogos de generaciones posteriores estaban todavía por resolver.
Algunos años más tarde el explorador francés Désiré Charnay realizó excavaciones en dos edificios y un conjunto residencial en el extremo oeste de la plaza principal de Tula, así como una estructura habitacional localizada cerca de la misma. También aplicó la novedosa técnica del registro fotográfico y así mismo realizó el dibujo de numerosas esculturas y elementos arquitectónicos, algunos de los cuales se encuentran hoy en día perdidos. Al igual que García Cubas, Charnay pensaba que la Tollan de las fuentes etnohistóricas se encontraba sepultada bajo las ruinas cercanas al pueblo homónimo del actual estado de Hidalgo y fue el primero en vincular el estilo arquitectónico y escultórico de esta ciudad con el de la lejana Chichen Itzá en la península de Yucatán.
Después de estos trabajos pioneros el sitio arqueológico de Tula permaneció olvidado por casi medio siglo dado que los primeros arqueólogos de este siglo creían que las ruinas del Tollan del que hablaban las fuentes del siglo XVI correspondía a los del sitio arqueológico de Teotihuacan. El problema de la identidad arqueológica de la Tula etnohistórica volvió a resurgir unos años después encontrándose presente en la mente de los investigadores de finales de los años treinta, de modo tal que algunos investigadores como Alfonso Caso, Ignacio Marquina, Paul Kirchof y Jiménez Moreno, formaron una comisión hacia 1938 que visitó el sitio de Tula para seleccionar las áreas de excavación y así poder contribuir en la solución al problema de la realidad arqueológica de las fuentes. No fue sino a partir de las discusiones presentadas en la Reunión de la Sociedad Mexicana de Antropología organizada el año de 1941, y sobre todo a partir de los trabajos presentados por Wigberto Jiménez Moreno y Jorge Acosta, que se establece etnohistórica y arqueológicamente que la Tollan de las fuentes es la actual Tula del estado de Hidalgo. Es así que desde 1940 y hasta inicios de la década de los sesentas, a lo largo de 14 temporadas de campo a cargo del arqueólogo Jorge Acosta, que se empieza a conocer la arqueología de Tollan Xicocotitlan, y se establece la primera secuencia cultural del asentamiento prehispánico, colocándolo hacia tiempos posteriores al desarrollo teotihuacano.
A fines de los años sesentas se iniciaron las investigaciones del Proyecto Tula coordinado por Eduardo Matos del INAH. Además de realizar trabajos de rescate en el sitio debido a las obras del oleducto y en la unidad habitacional Pemex, se abordaron con nuevos enfoques y técnicas de análisis intereses temáticos ligeramente distintos a los de años anteriores. Entre los nuevos temas de investigación se encuentran el de la estructura arqueológica y análisis espacial de la urbe tolteca desarrollado por el arqueólogo Juan Yadeun, el estudio de la producción de instrumentos en obsidiana realizado por Alejandro Pastrana, y la prospección regional de asentamientos en el Valle de Tula realizada por las arqueólogas Guadalupe Mastache y Ana María Crespo. Además de estos estudios se realizaron exploraciones específicas en sitios como Chingú y Ajacuba, el primero de los cuales resultó ser fundamental para entender la presencia del estado y la cultura teotihuacanos en el sureste del estado Hidalgo.
Mas o menos por la misma época, específicamente a partir de 1970, se inicia otro proyecto dirigido por el Dr. Richard Diehl de la Universidad de Missouri, el cual se enfocaría a novedosos problemas de la arqueología de Tula. Es así que tenemos nuevos temas como la determinación y estudio de las áreas de producción especializada al interior del asentamiento tolteca, la definición mediante el análisis tipo-variedad de la secuencia cerámica de Tollan elaborada como tesis doctoral por el arqueólogo Robert H. Cobean y el análisis de la variabilidad formal de unidades habitacionales realizado por el Dr. Richard Diehl, entre los principales.
En la década de los ochenta Robert H. Cobean y Guadalupe Mastache realizaron diversas exploraciones en sitios pretoltecas del valle de Tula, lo cual ha brindado un modelo hipotético acerca del desarrollo cultural de la región y los antecedentes histórico-culturales del estado Postclásico en la antigua Tollan. En la década de los noventa el arqueólogo Osvaldo Sterpone del centro INAH Hialgo realizó trabajos de mantenimiento en la zona arqueológica y gracias a sus exploraciones recientemente ha editado un libro sobre y algunos artículos que revisan la secuencia estratigráfica y los principales programas arquitectónicos en relación al Palacio Quemado y el Edificio B. Desde hace unos años el arqueólogo Luis Manuel Gamboa se encuentra realizando numerosos rescates arqueológicos dentro del área B de Tula , es decir, en la zona urbana de la moderna ciudad de Tula bajo la cual se localizan los restos de la antigua ciudad.
En la actualidad Tula es con seguridad el más estudiado de los sitios prehispánicos de Hidalgo y constituye para los hidalguenses símbolo del patrimonio arqueológico de la entidad. Sin embargo, la antigua Tollan-Xicocotitlan no fue el único asentamiento importante de la época prehispánica en la región de Hidalgo y de ello hablaremos en la próxima entrega.

viernes, junio 01, 2007

El patrimonio arqueológico del estado de Hidalgo: su profundidad histórica y diversidad cultural

Bienvenidos a este espacio donde divulgaremos diversos aspectos de la investigación arqueológica en la entidad, en específico de la labor cotidiana de investigación y protección de los arqueólogos adscritos al centro INAH en el estado de Hidalgo, aunque no de manera exclusiva. La idea es presentar noticias, ensayos o reflexiones sobre el quehacer arqueológico en la entidad y compartirlos con los ciudadanos interesados en el mismo.
Comencemos por señalar algo que no siempre como ciudadanos sabemos: el paisaje hidalguense es rico en vestigios arqueológicos que van desde las conocidas ruinas de la ciudad arqueológica de Tula, hasta vestigios menos conocidos pero igual de importantes tanto en las sierras, la huasteca como el altiplano, que solo la investigación sistemática o bien el descubrimiento fortuito llevan a su conocimiento y divulgación.
De la diversidad de culturas prehispánicas que se desarrollaron en el territorio hidalguense, queda su huella en las tradiciones, creencias y costumbres que aún se conservan entre los poco más de 327,000 hablantes de lenguas indígenas, es decir, entre los tepehuas, nahuas y otomíes que, de acuerdo con los datos del INEGI, hacia 1995 constituían poco más del 15 % de la población total hidalguense. De esta diversidad cultural no sólo la etnografía y la lingüística dan cuenta, sino que hoy en día queda también reflejada por las numerosas ruinas arqueológicas halladas todo el territorio hidalguense, por lo que podemos considerar que el patrimonio arqueológico de Hidalgo constituye un importante legado que es también memoria del desarrollo histórico y cultural de sus pueblos originales.
Cabe señalar que Hidalgo posee un territorio rico en evidencia material de carácter arqueológico correspondiente tanto al pasado prehispánico como a las etapas posteriores de la vida colonial e independiente.
El rico patrimonio arqueológico en el estado de Hidalgo se encuentra representado por más de 1600 sitios prehispánicos registrados por el INAH y que se distribuyen a lo largo y ancho de sus 20,900 km2 de extensión y en sus 84 municipios que lo constituyen. Estos 1600 sitios arqueológicos abarcan todo tipo de evidencia material de ocupación humana e incluyen desde pequeñas concentraciones de material en superficie que nos hablan de la presencia de los restos de un campamento estacional de cazadores, o bien de los restos de pequeños caseríos, hasta las evidencias monumentales de impresionante tamaño que caracterizaron a los centros urbanos prehispánicos. De alguna manera la diversidad cultural que representan estas manifestaciones arqueológicas no sólo responden a la profundidad temporal de la ocupación prehispánica en la región, sino que también se encuentra estrechamente vinculada a las características generales de la fisiografía y el medio ambiente en que se manifiesta.
Como se sabe, en el territorio del estado de Hidalgo confluyen tres provincias fisiográficas del país: la Sierra Madre Oriental, el eje Neovolcánico y la Llanura Costera del Golfo Norte. En cada una de estas provincias fisiográficas, con sus tipos de suelo, clima y recursos minerales distintos, se desarrollaron culturas y modos de vida diversos desde los primeros tiempos de la época prehispánica, culturas que tuvieron no sólo su dinámica propia sino que establecieron una serie de relaciones cambiantes entre ellas a lo largo del tiempo.
La Provincia del Eje Neovolcánico, representada en la entidad sobre todo por la llamada Subprovincia de las Llanuras de Querétaro e Hidalgo y en menor proporción por la parte septentrional de los Lagos y Volcanes de Anáhuac, abarca poco más de la mitad meridional del territorio hidalguense. En esta región se desarrollaron diversas culturas arqueológicas durante la época prehispánica, vinculadas sobre todo con los procesos históricos y sociales propios de las culturas del Altiplano Central, tales como los desarrollados por Teotihuacan, Tula y Tenochtitlan.
Por otro lado, la mayor parte del resto del territorio hidalguense lo cubre la provincia de la Sierra Madre Oriental representada por la Subprovincia del Carso Huasteco donde, como su nombre lo indica, dominan las serranías. Las áreas más bajas de esta subprovincia se localizan en el norte y noreste de la entidad, en donde constituyen la región conocida como la Huasteca Hidalguense. En esta provincia de la Sierra Madre Oriental, y en la Llanura Costera del Golfo Norte apenas representada, se desarrollaron, sobre todo en su sección noreste, asentamientos prehispánicos de carácter agrícola que presentan relaciones con las tradiciones culturales del Noreste de Mesoamérica y la Costa Norte del Golfo. También para esta zona existe reportada etnohistóricamente y arqueológicamente la presencia estacional de grupos semi-nómadas, más relacionados con la cultura de los grupos pame de la Sierra Gorda de Querétaro y sur de San Luis Potosí.
En cuanto a su profundidad temporal, las manifestaciones culturales prehispánicas hunden sus raíces desde las evidencias más tempranas de ocupación humana en el territorio hidalguense, las cuales datan de hace unos 11 milenios, y que se hallan representadas por restos de puntas acanaladas de proyectil de grupos pre-cerámicos de recolectores-cazadores de fines del Pleistoceno y que se han localizado en el sitio de Oyapa, en el municipio de Meztitlán, así como en el sitio de Pueblo Viejo San Andrés en el municipio de Ixmiquilpan en el Valle del Mezquital. Evidencias de ocupaciones pre-cerámicas posteriores pertenecientes a la transición Pleistoceno-Holoceno, así como del periodo Holoceno Temprano se han localizado tanto en la Cueva del Tecolote en el municipio de Tulancingo como en los municipios de Meztitlán y Mezquititlan. Otras manifestaciones arqueológicas de la presencia de grupos de cazadores-recolectores, sin fechamiento preciso, y que incluyen manifestaciones de pintura rupestre, instrumental lítico en las superficies de cuevas y abrigos rocosos, así como los restos de posibles campamentos al aire libre, se han localizado en los municipios del Cardonal, Ixmiquilpan y Tecozautla en la sección sud-poniente del estado.
En resumen podemos estar orgullosos de que el estado de Hidalgo cuenta con un rico patrimonio arqueológico que nos habla de su historia profunda y diversidad cultural, misma que debemos los hidalguenses estar en condiciones de proteger para evitar su pérdida por saqueo, destrucción o simple ignorancia. La posibilidad de proteger este patrimonio nos la brinda, en primer lugar, el conocimiento científico del mismo y éste es posible gracias a las investigaciones arqueológicas que se han llevado a cabo y que se realizan hoy en día en el territorio del estado de Hidalgo. De estas investigaciones y de sus protagonistas hablaremos en próximas entregas.
Visita mi galería virtual:

See more on TrekLens