domingo, julio 15, 2007

El Lugar del año: la presencia teotihuacana en el sudoriente del estado de Hidalgo


Ademas de Tula y Huapalcalco, otro asentamiento privilegado por la investigación arqueológica monumentalista en el estado de Hidalgo es Xihuingo, un propuesto centro de población vinculada al estado y sociedad teotihuacanos ubicado en el actual municipio de Tepeapulco.
La Zona Arqueológica de Xihuingo se encuentra a unos 3 kilómetros al norte de la población de Tepeapulco, en el municipio del mismo nombre, justo a los pies del Volcán conocido con el nombre de Jihuingo. En los años sesenta del pasado siglo, bajo el peligro de afectación del sitio por parte de extractores de materiales de cantera, el INAH, bajo la supervisión del Dr. Román Piña Chan, intervino en el rescate y salvamento de la llamada Pirámide del Tecolote, la excavación de zonas aledañas y la delimitación del sitio para su protección. Posteriormente, en los años setentas, los arqueólogos Fernando López Aguilar y Rosalba Nieto Calleja del Centro INAH Hidalgo, realizan estudios de material de superficie y algunas excavaciones, con el propósito de conocer la historia del sitio, su complejidad interna y, específicamente, el papel jugado por el mismo dentro de la red de explotación de obsidiana controlada por Teotihuacan durante el periodo Clásico. Las investigaciones de superficie del Dr. Thomas Charlton en el área giran también en el sentido de entender a Xihuingo como parte de la red de asentamientos teotihuacanos vinculados con la explotación de minas de obsidiana ubicadas al sudoriente del estado de Hidalgo.
De acuerdo con las investigaciones de los arqueólogos López Aguilar y Nieto Calleja, tras una primera y pequeña ocupación de la fase Tzacualli (0-200 d.C.) el sitio de Xihuingo alcanza su mayor esplendor durante los años 200 a 650 d.C. periodo en que el asentamiento alcanza su máxima extensión entre las 80 h.a. y el kilómetro cuadrado y se convierte en centro provincial ligado a la sociedad y cultura teotihuacanos. Posteriormente presenta una reocupación disminuida durante la fase Mazapa consistente en caseríos dispersos, probablemente producto de la baja poblacional en relación con los periodos anteriores, así como, siglos mas tarde, una ocupación intensa del asentamiento representada por la presencia de cerámicas del complejo Azteca III y IV, ya hacia finales del Postclásico Tardío. En ese sentido Xihuingo presenta tendencias de historia demográfica muy similares a las de otras áreas en el norte de la Cuenca de México, como la de Temazcalapa ubicada al poniente de esta zona.
Xihuingo tiene dos particularidades que llaman la atención: por un lado es un sitio amurallado, lo que posiblemente nos hable del control de acceso al mismo que debió tener en tiempos prehispánicos, y por otro lado, posee la mayor cantidad conocida para un sólo lugar de los llamados marcadores teotihuacanos, por lo menos 46 en total así como una gran cantidad de glifos con motivos calendárico-astronómicos grabados en los promontorios rocosos de sus alrededores. Mathew Wallrath y Jesús Galindo han sido los investigadores que mas han trabajado la arqueoastronomía del sitio de Xihuingo realizando el análisis de mas de 700 orientaciones entre los marcadores localizados e identificando orientaciones como las solsticiales así como al norte astronómico. Estos investigadores también han identificando diversos motivos calendáricos y astronómicos asociados a la luna, al sol, a Venus y a otros eventos astronómicos de importancia ritual entre los antiguos habitantes del sitio.
En resumen, el análisis de las orientaciones astronómicas dadas por los marcadores, la presencia de glifos calendáricos y astronómicos en su corpus de grabados rupestres, así como las proporciones calendáricas presentes en el diseño arquitectónico de la pirámide principal, e incluso la toponimia misma del asentamiento –el lugar del año- han sido las bases para proponer al sitio de Xihuingo como un importante lugar de observación y de culto al conocimiento calendárico-astronómico de los antiguos teotihuacanos en el sur de Hidalgo. La importancia ritual y astronómica del sitio de Xihuingo persistió en tiempos del Postclásico Tardío pues aunque no se tiene completo o publicado un estudio del corpus de motivos rupestres de Xihuingo, es claro que varios de los motivos rupestres corresponden en su iconografía al estilo de la Cuenca de México de ese momento y que no pueden ser atribuidos a los teotihuacanos de un milenio atrás.
Cabe señalar que la tradición del conocimiento calendárico y astronómico de los antiguos pobladores de Xihuingo se hace notar en los inicios de la vida colonial de México. Así sabemos no solamente que el padre Fray Bernardino de Sahagún elaboró sus Primeros Memoriales hacia mediados del siglo XVI en la población de Tepeapulco sino que varios de los viejos indígenas principales de esta comunidad fungieron como informantes del sabio franciscano durante casi dos años. No es extraño entonces que el investigador Jesús Galindo note que el motivo de doble círculo concéntrico se halla presente tanto en los dibujos de los informantes indígenas de Sahún como en la iconografía rupestre de Xihuingo vinculado en ambos casos al concepto de “cuerpos que dan luz” es decir, estrellas y cometas en los papeles del franciscano, y un posible evento de supernova en los motivos rupestres de Xihuingo.
En la actualidad Xihuingo –además de Tula y Huapalcalco- es el tercero de los sitios arqueológicos monumentales en el estado de Hidalgo abiertos al público. Si bien no tiene las “comodidades turísticas” de una zona grande como Tula como lo son el museo de sitio, los andadores y las tiendas, si tiene el encanto de combinar el entorno ecológico y la arqueología monumental en pequeña escala. Tiene además el privilegio de estar relativamente bien preservado y constituir fuente de futuras investigaciones, pues a diferencia del sitio de Huapalcalco, no sufre los embates de la construcción urbana indiscriminada dentro del área de protección definida.
Del antiguo conocimiento astronómico de los pobladores de Xihuingo tan solo sobreviven los motivos rupestres distribuidos en los cerros, peñas y rocas de sus alrededores, signos que el paso del tiempo ha sabido respetar hasta nuestros días y que, posiblemente, algún día, nos revelen todo su misterio.

domingo, julio 01, 2007

La arqueología de Huapalcalco y el Valle de Tulancingo: grandeza y destrucción

Como hemos visto en la decada de los cuarenta del siglo pasado el problema de la identificación arqueológica de la Tollan de Ce Acatl Topiltzin Quetzalcoatl que mencionan las fuentes nahuas del siglo XVI dió inicio a todo un programa de exploraciones dirigidas por el arqueólogo Jorge Acosta, realizadas en los alrededores de la moderna ciudad de Tula en Hidalgo. Las exploraciones se realizarían en algunos de los montículos arqueológicos presentes en la cima del Cerro del Tesoro y se prologarían por espacio de mas de dos décadas.
Indirectamente el tema de la identificación arqueológica de la Tollan etnohistórica, llevó también a la exploración de los restos arqueológicos presentes en el Valle de Tulancingo, pues esta población del sudoriente del estado de Hidalgo aparece mencionada en las fuentes coloniales como primer lugar de asentamiento de los toltecas en su migración hacia la posterior Tollan Xicocotitlan.
Específicamente el padre Fray Bernardino de Sahagún en el libro X de su Historia General de la Nueva España redactado hacia mediados del siglo XVI menciona que:
“…los toltecas, que en romance se pueden llamar oficiales primos…vivieron muchos años en el pueblo de Tullantzinco, en testimonio de lo cual dejaron muchas antigualas allí, y un cu que llamaban en indio Uapalcalli el cual está hasta ahora, y por ser tajado en piedra y peña, ha durado tanto tiempo. Y de allí fueron a poblar a la ribera de un río junto al pueblo de Xicocotitlan, el cual tiene ahora el nombre de Tulla…”
Otras fuentes como Alva Ixtlixóchitl y los Anales de Cuauhtitlán también señalan la importancia de la región de Tulancingo como región de asentamiento de los llamados toltecas antes del florecimiento de Tollan Xicocotitlan.
Es así que a fines de la década de los treinta del siglo XX el arqueólogo Carlos Margain, tras un breve recorrido, reportaba la presencia de numerosos montículos y abundante material arqueológico como cerámica y lítica, así como restos de pisos de estuco y muros policromados en Huapalcalco. También reporta hacia 1943 una cuerpo piramidal con escalinata en el sitio del Pedregal. Ambos sitios, Huapalcalco y El Pedregal, se localizan a pocos kilómetros al norte y sur de la ciudad de Tulancingo.
Ya en esos años el arqueólogo Margain reportaba la destrucción de vestigios pehispánicos debido sobre todo a que una parte del sitio arqueológico de Huapalcalco se encontraba habitado desde entonces. Podemos decir entonces que el problema de la destrucción de los vestigios arqueológicos de Huapalcalco y Zazacuala (el Pedregal) data al menos desde hace siete decadas.
No sabemos si el reporte de Margain llevó finalmente a que se considerara el Valle de Tulancingo como prioritario dentro de los programas de investigación arqueológica de esos años, pero dado el interés de la arqueología monumentalista de ilustrar arqueológicamente los pasajes narrados por las crónicas de tradición indígena no sería extraño que así fuera. El mismo Margain recomienda la exploración de los sitios del Valle de Tulancingo para entender los antecedentes de Tula.
Lo cierto es que se realizaron exploraciones arqueológicas tanto en El Pedregal como en Huapalcalco en la década de los cincuenta. Los encargados de estas exploraciones fueron la arqueóloga Florencia Müller y el hidalguense Cesar Lizardi Ramos, quienes mediante excavaciones en Huapalcalco y otros sitios del Valle de Tulancingo, lograron demostrar una larga secuencia cultural de ocupación en la zona desde el periodo pre-agrícola hasta el Postclásico. También fueron los encargados de liberar la pirámide VI, es decir, la edificación principal del sitio de Huapalcalco que aún hoy en día pueden apreciar los visitantes al lugar.
A fines de la década de los sesentas otro proyecto de investigación arqueológica se desarrolló en el Valle de Tulancingo. Se trata del proyecto desarrollado por la pareja de arqueólogos Michael E. Snow y Elizabeth F. Snow, de la Universidad de Toronto, Canada, quienes entre los años de 1968 a 1970 realizaron un recorrido de superficie en el Valle de Tulancingo y mostraron el entorno arqueológico en el que se desarrollaron Huapalcalco y otros asentamientos del área. Los arqueólogos Snow realizaron mediciones topográficas y elaboraron un primer mapa que mostraba un amplio sector del área central del sitio de Huapalcalco así como elaboraron una tipología de estructuras para Huapalcalco y otros sitios del Valle de Tulancingo.
Otras investigaciones importantes en el Valle de Tulancingo son las realizadas por la Dra. Cynthia Irwins, quien animada por el hallazgo en la década de los cincuentas de una hacha de mano elaborada en silex en la Cueva del Chivo, realizó exploraciones en la Cueva del Tecolote localizando al final de la secuencia estratigráfica un fragmento basal de punta acanalada elaborada en obsidana y, sobre roca madre, una pieza foliacea no acanalada tipo Plainview. Aunque con problemas por su asociación contextual, los hallazgos en la Cueva del Tecolote por la Dra. Irwins y los previos de Müller en la Cueva del Chivo, colocan al Valle de Tulancingo con una posible antigüedad de ocupación que remonta a los lejanos milenios pre-agrícolas.
A fines de la década de los setentas y ochentas nuevas exploraciones de la arqueóloga Margarita Gaxiola en Huapalcalco, sobre todo en un sector habitacional del sitio especializado en la talla de obsidiana -y en donde se recuperaron los restos de un temazcal terapeutico- aportaron nuevos datos acerca de la vida cotidiana y el ritual doméstico de los habitantes de Huapalcalco. Esta misma investigadora hizo otro levantamiento topográfico en el año de 1980, registrando las características topográficas de los monumentos de Huapalcalco y ampliando el mapa de los vestigios hacia el sector sudponiente del sitio. Esta misma investigadora ha realizado importantes investigaciones acerca de la cronología, los materiales líticos y la cerámica del lugar.
Otra investigadora importante para el conocimiento de la arqueología de Huapalcalco ha sido la arqueóloga Enriqueta Manzo Olguín cuyas exploraciones en la década del 80 han dado lugar al conocimiento de algunos aspectos de la cultura material del asentamiento, tales como lo son algunos rasgos de su escultura, la pintura mural así como la iconografía de las figurillas elaboradas por los antiguos habitantes del lugar. Las investigaciones de Manzo han permitido conocer algunos aspectos acerca de la antropología fisica de los antiguos habitantes del lugar a partir de restos óseos infantiles recuperados en estas exploraciones de rescate.
En resumen las investigaciones arqueológicas han demostrado que Huapalcalco es un importante asentamiento del periodo Epiclásico, fundamental para entender no sólo la conformación de las unidades políticas emergentes en este periodo de la historia precolombina, sino también las nuevas tradiciones culturales presentes en el Altiplano tras la caída de Teotihuacan. Por otro lado, dada su ubicación en los límites altitudinales, Huapalcalco –y el Valle de Tulancingo en general- son importantes para entender las relaciones de las sociedades agrícolas del Altiplano con aquellas de la Sierra y las tierras bajas de la Costa del Golfo. Así mismo los hallazgos de vestigios pre-cerámicos en las cuevas alrededor de Huapalcalco ubican potencialmente a la región de Tulancingo como un área importante para estudiar los grupos y culturas anteriores al desarrollo del sedentarismo agrícola base de la civilización mesoamericana.
Sin embargo la posibilidad de entender estos aspectos de la historia prehispánica del Valle de Tulancingo se ven disminuidos al constatar día a día como los vestigios de esta importante urbe prehispánica son destruidos por los procesos descontrolados de crecimiento urbano contemporáneos. En la actualidad, y desde hace algunas décadas, Huapalcalco sufre de una invasión paulatina pero creciente por parte de los pobladores de la comunidad moderna del mismo nombre. Más de 85 familias se encuentran actualmente asentadas dentro de lo que es la zona delimitada del área arqueológica implicando un grave peligro para la integridad de los vestigios que conforman el sitio.
No solo Huapalcalco sufre de este problema. Otros sitios del Valle de Tulancingo se ven amenazados ante el avance de los modernos asentamientos urbanos. La zona arqueológica de Zazacuala, por ejemplo, se encuentra disminuida y fragmentada por el crecimiento urbano en su alrededor. La falta de consideración de la información arqueológica para los planes municipales de desarrollo urbano, el otorgamiento de licencias de construcción en áreas colindantes a las zonas arqueológicas o al interior de las mismas sin el visto bueno de la federación y la invasión hormiga de los terrenos de la zona arqueológica por nuevos inmigrantes, son algunos de los agravantes que inciden negativamente en la preservación de los vestigios arqueológicos del Valle de Tulancingo y de Huapalcalco en particular.
Necesitamos trabajar con ahínco y mejores estrategias en lo futuro en el tema de la protección al patrimonio arqueológico, pues mientras los tulancinguenses tienen porque orgullecerse del pasado prehispánico de su región, difícilmente podrán hacerlo en lo futuro si los vestigios motivo de orgullo y con ellos, la posibilidad de conocer nuestra historia prehispánica, desaparecen ante la vorágine del desarrollo urbano incontrolado.
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