El reciente hallazgo de una escultura de barro del dios Xipe Totec en las ruinas de la antigua ciudad de Tollan Xicocotitlan ha cautivado a la prensa y medios televisivos de comunicación mexicanos en fechas recientes. Se ha dicho que es un hallazgo de suma importancia y único en su especie para el estado de Hidalgo. En realidad no recuerdo nota alguna sobre hallazgo arqueológico que la prensa no haya cabeceado como el mas importante de su tipo. Sin restar importancia al hallazgo de una representación escultórica del dios Xipe a los pies de una escalinata de adoratorio en la mítica ciudad de Quetzalcoatl, hallazgo que asombra a propios y extraños, cabe señalar que en las fuentes históricas y arqueológicas para la región de Tula se señalan algunos antecedentes del culto a nuestro señor el desollado.
En los
Anales de Cuauhtitlan, una de las fuentes escritas de origen nahua del siglo XVI para los pueblos del centro de México, es decir, una fuente tardía en relación a muchos de los eventos narrados en relación a los toltecas, se menciona la introducción de los sacrificios humanos en Tollan tras la partida de Quetzalcoatl. Entre los eventos de sacrificio tras el éxodo del dios serpentino en la fuente nahua se narra la oblación de varios infantes por parte del rey Huemac para conjurar una hambruna que azotaba la región, o bien, la introducción de la práctica del flechamiento ritual de prisioneros por las diosas Ixcuinanme provenientes de la Huasteca. Esta misma fuente señala también la introducción en la región de Tula de la práctica del desollamiento humano en asociación al culto al dios Xipe. La fuente traducida del náhuatl dice:
“Ahi, por vez primera, el tolteca llamado Xiuhcozcatl capturó a una mujer otomí que preparaba pencas de maguey en el río; el la desolló y luego se puso su piel. Por vez primera Totec comenzó a ponerse la piel...”
Los pasajes anteriores han sido interpretados por Wigberto Jimenez Moreno como la prevalencia en tiempos tardíos de los toltecas de cultos públicos relacionados a Tezcatlipoca, Tlazolteotl y Xipe en detrimento del culto a la serpiente emplumada. Arqueológicamente ambos periodos se encuentran bien diferenciados. El culto a la serpiente emplumada, con tintes de gobierno grupal y militarismo acrecentado, se extiende mayoritareamente en Mesoamérica durante el periodo Epiclásico (650-950 d.C), aunque hunde sus raíces primeras en los últimos tiempos teotihuacanos. Durante este interregno de tiempo, el culto a los ciclos de Venus y a la militarista imagen de la serpiente emplumada la podemos ubicar entre las elites gobernantes de Xochicalco, Cacaxtla, la Mixteca Alta, Costa del Golfo, Yucatan, Guatemala, etc. En el estado de Hidalgo al complejo ritual venusino en su advocación de Tlahuizcalpantecuhtli lo podemos encontrar, por ejemplo, en la iconografía de braseros ceremoniales de Zazacuala y Huapalcalco, dos centros poblacionales importantes del periodo Epiclásico en el Valle de Tulancingo.
Del culto a la deidad lunar Tezcatlipoca, contrario simbólico a Quetzalcoatl en Tollan, no diremos mucho, solo que, de acuerdo a las fuentes etnohistóricas, este se encontraba extendido entre las poblaciones otomíes del oriente de Valle del Mezquital y la Sierra Otomí Tepehua hacia el siglo XVI y que creemos existen evidencias arqueológicas que remontan su culto como deidad lunar del pie podrido entre las poblaciones epiclásicas de Chapantongo. De Xipe sin embargo, si podemos decir que la representación escultórica recién hallada en Tula, no es la primera representación del dios desollado localizada en la región de Tula. Ya Clara Luz Díaz había reportado en el sitio teotihuacano de Chingú ubicado a pocos kilómetros al oriente de Tula, la presencia de una sencilla cabecita modelada en barro del dios Xipe. En el mismo Tula frente al Hotel Sharon se localizó hace unos años por parte de unos trabajadores de la construcción una escultura en piedra del dios Xipe acuclillado la cual fue afortunadamente recuperada por la PGR y el INAH y se encuentra actualmente expuesta en el Museo Jorge Acosta.
La asociación entre Xipe y el dios Tláloc entre los teotihuacanos es bien conocida, así como la importancia de Xipe entre los zapotecos, grupo étnico al parecer también presente durante el periodo Clásico en la región de Tula y Tepeji del Río. ¿Qué relación tiene este primer Xipe de tiempos clásicos en Chingú con el posterior localizado en la ciudad arqueológica de Tula? Tal vez ninguna de manera directa, pues no es clara la relación de continuidad entre ambas poblaciones, amen de que el sitio de Chingú no ha sido sujeto de exploraciones sistemáticas desde hace varios años. Sin embargo es claro que de manera provisional podemos decir que el culto a Xipe en la región de Tula pasó de ser representado en una pequeña cabecilla de barro en tiempos teotihuacanos a esculturas en barro y piedra de mas de medio metro de altura en un lapso no mayor a los 500 años. Posiblemente nos hable de una tendencia, aunque justo es señalar que los hallazgos mencionados son pocos numéricamente hablando.
La presencia de Xipe en el registro arqueológico de Tula desconcierta al público no especialista acostumbrado a relacionar a Tula con el dios venusino, y si bien nadie niega la presencia e importancia de este último en el registro arqueológico de la antigua ciudad lo cierto es que se debe considerar que las ciudades mesoamericanas, y Tollan Xicocotitlan es un claro ejemplo de esta situación, son producto de organizaciones estatales complejas de carácter multiétnico, donde los distintos grupos corporados que forman la ciudad presentan cultos a diferentes deidades de acuerdo a su oficio, origen étnico e incluso la participación de los antiguos mesoamericanos en los distintos rituales a los dioses variaban según su edad, sexo y grupo social.
En el caso del culto a Xipe las fuentes etnohistóricas hablan de un grupo tolteca en especial que le rendía culto: se trata de los
nonoalca tlacohcalca teotlixcas, quienes según las narraciones de Chimalpahin, habitaron en Tula unos 20 años, siendo originarios de Hueytlalpan en el oriente. Este grupo nonoalca-tolteca, poseía códices pintados y hablaba el lenguaje nonoalca, cualquiera que éste fuera. Después de habitar Tollan, se ubicaron en Chapultepec, Teotenango y Chalco y es, a decir de Nigel Davies, un grupo fácil de confundir con los Tlaillotlacas. De acuerdo con las fuentes escritas del siglo XVI los nonoalca tlacochcalca fueron adoradores de
Tlatlauqui Tezcatlipoca, uno de los nombres con que era conocida la deidad Xipe y como habitantes de la casa de los dardos, eran hábiles guerreros y practicantes de las guerras floridas: posiblemente se trataba de especialistas en la captura de prisioneros para los ritos equinocciales del dios Xipe, el Tezcatlipoca rojo.
Interesántemente la víctima sacrificial de Xipe a la que refieren los Anales de Cuauhtitlan es una mujer otomí que preparaba pencas de maguey a la orilla del río. Obviamente esta narración conforma parte de un mito de origen y tiene por lo tanto su referente ritual: de acuerdo con el Códice Florentino el lugar donde se celebraba la muerte sacrificial de Mayahuel, la diosa lunar del maguey, era en el templo de Yopico, es decir, el templo de Xipe. Ritual y mito mutuamente se refuerzan. El referente étnico sobre la identidad de la victima sacrificial de Xipe es importante pues hasta el día de hoy, la producción del pulque en la región de Tula y la identidad étnica otomí están fuertemente vinculados. Llama la atención que los informantes de Sahagún se refieren a Xipe con el nombre de Yohuallahuana “el bebedor nocturno” posiblemente asociado a esta relación sacrificial entre la diosa del pulque y la deidad de la piel desollada.
Cabe recordar que tanto Xipe como Tezcatlipoca han sido ambos relacionados con el culto lunar por mesoamericanistas como Edward Seler y Guilhem Olivier. Al respecto es de notar que el nombre calendárico en lengua mixteca de la luna es Yya Can Huiyo “Sagrado Señor 2 Carrizo”, el cual es correlativo al nombre calendárico nahua con que se conoce a Tezcatlipoca, Ome Acatl. Precisamente el signo de 2 Caña es el que porta una escultura de Xipe ubicada en el Museum of the American Indian de Nueva York así como otra de Cihuateotl en el Reiss-Museum de Manheim. No se trata de fechas cronológicas ni de referencias a ceremonias de Fuego Nuevo, sino, como señala Guilhem Olivier, refieren a la estrecha relación de ambas deidades con la deidad lunar. Hasta el día de hoy la caña o carrizo es asociada por poblaciones indígenas a la abundancia y riqueza propia de las deidades lunares.
En el mismo predio donde realizaron el hallazgo de la escultura del dios Xipe, los arqueólogos Luis Manuel Gamboa y Nadia Velez también localizaron hace dos años 23 entierros de infantes, así como un fragmento de escultura de Chac Mol. No es lugar aquí para discutir el simbolismo de la famosa figura recostada que tanto caracteriza a la sociedad tolteca, pero cabe recordar que hay quienes la han relacionado con el simbolismo telúrico del bebedor de pulque. La relación del sacrificio de infantes y los cultos a las deidades de la fertilidad acuática o de la lluvia se tienen reportados etnohistóricamente tanto en Mesoamérica como en los Andes. Si el hallazgo de los 23 niños sacrificados está relacionado de alguna manera con el culto a Xipe localizado en el mismo espacio, esto es algo que los arqueólogos a cargo del hallazgo deberán aclarar. Si es así, lo anterior implicaría una connotación no reportada para el Postclásico Tardío donde los sacrificados principalmente eran prisioneros provenientes de las guerras floridas y acercaría aún más a las ceremonias del Xipe de Tula con el complejo de la fertilidad telúrica.
No obstante de estas consideraciones, debemos señalar que el hallazgo de la escultura de Xipe en uno de los barrios de la antigua Tollan Xicocotitlan se encuentra muy reciente y que muy poco es lo que podemos aún decir en detalle del hallazgo, mientras no se concluyan los estudios de los materiales asociados y de los espacios arquitectónicos en que fue localizada. Todo apunta, sin embargo, a que las fiestas en honor de
Tlatlauhqui-Tezcatlipoca Xipe Totec debieron ser celebradas en la antigua Tollan Xicocotitlan, al menos por un sector de su población. Por lo pronto lo único que podemos asegurar es que con este hallazgo se vuelve mas compleja y rica nuestra imagen del pasado prehispánico de Tula. Enhorabuena.